Y viceversa

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Mateo Marco Amorós / A cara descubierta Joaquín Marín / Fotografía

Empiezo a estar preocupado porque algunos republicanos me han hecho monárquico. Y viceversa. Algunos ecologistas, negacionista. Y viceversa. Y algún ateo, más creyente. Y viceversa. No me inquieta ser una cosa o la otra. Cualquier opción, razonada, es respetable. Como discutible. Tengo buenos amigos republicanos y monárquicos, ecologistas y negacionistas, ateos y creyentes. Y me precio de su amistad. Lo que me preocupa es cuando uno es por oposición a lo otro y no por convicción de lo propio. Y mucho más me preocupa cuando en la defensa de una idea no median argumentos que la consoliden sino la injuria al contrario.

Si para defender la república se falta el respeto con lenguaje soez a la monarquía, me duele. Porque creo que hay argumentos racionales que no precisan del insulto para defender una república civilizada. Igual me duele cuando para denostar a la república se la jibariza apelando, en el caso español, a las experiencias frustradas de la Primera y Segunda Repúblicas. Olvidando una tradición republicana más amplia y rica. La república, por ejemplo, de los Salmerón o de los Costa. La de Antonio Machado. La de Unamuno republicano. Entre otras.

En lo que respecta al cambio climático siempre he huido de las tesis catastrofistas. Recelo de quienes anuncian la hecatombe. Sobre todo porque he percibido antes que la catástrofe climática, la catástrofe antrópica. Ya en alguna ocasión escribimos sobre el cambio climático comparándolo con la capa que todo lo tapa. Denunciando, por ejemplo, que la causa del desastre no era el hipotético cambio sino la irresponsabilidad urbanística al construir en conos de deyección y zonas conocidas de alto riesgo. Por otro lado siempre hemos defendido que al margen del cambio climático –o no cambio climático– no debemos bajar la guardia en la protección de la naturaleza. Por mal camino vamos si por negacionismo creemos que podemos seguir usando el planeta como basurero.

Finalmente no soporto a quienes se mofan de las creencias religiosas. Para tantos sagradas. Como me duelen los inquisidores que hacen espada de la fe. Porque siento como experiencia liberadora mi querer creer. Mi franca inquietud espiritual.

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