Vocación

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Mateo Marco Amorós /Bardomeras y meandros

Joaquín Marín / Fotografía

Hace poco tuve que acompañar a un familiar al hospital de San Juan. Era jueves. Mientras le realizaban las pruebas, después de pasearme un rato por el lugar hice tiempo en la cafetería. Siempre digo a los míos que no me gustan los hospitales. Y siempre me responden los míos que son necesarios. Como si yo no fuera consciente de eso. Pero no me gustan por lo que no me gustan.

En la cafetería pedí un cortado. El cortado me gusta con la leche fría. Cogí el cortado y me senté en una mesa para dos. Aunque era tarde para desayunar y temprano para comer había mucha gente en el bar. Cerca de donde yo estaba había un grupo de cuatro o cinco enfermeras. Enfermeras o auxiliares de enfermería. En los hospitales me confundo con los uniformes. Un día tomé por cirujano a alguien del personal de limpieza. No pasa nada pero… Decíamos que cerca de nosotros había un grupo de cuatro o cinco enfermeras o auxiliares de enfermería tomando café, zumos, algún refresco y… Y supongo que hablando de esas cosas de las que hablamos cuando nos tomamos un descanso: de la familia, del trabajo, de lo que hemos hecho, de lo que vamos a hacer… A saber. Mientras, yo estaba embebido ordenando mi agenda. No había levantado la vista cuando vi a las enfermeras o auxiliares de enfermería atendiendo a un hombre que se había caído frente a mi mesa. Yo ni me había dado cuenta del accidente y aquellas mujeres samaritanas, más lejos del accidente que yo, ya estaban ocupándose de aquel hombre. Ayudándole. Levantándolo.

He querido describir la escena pero, tan rápida, no la vi. Pero ahí antes de que yo me enterara, estaban esas mujeres atendiendo. Todas. Ninguna quedó quieta. Supuse en aquellos cuerpos la existencia de un resorte que se activa para acudir instantáneo donde se precisa ayuda. Un resorte que sólo impulsa una vocación de servicio innata a la profesión.

Frente a mi inútil inacción, sirvan estas palabras de admiración al personal sanitario. Su acción fue lección. Como poco les debo un café.

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