Viaje real

Publicidad

Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro

Joaquín Marín / Fotografía

Conocimos la comarca cacereña de Las Hurdes en 1982, cuando un coloquio internacional en Salamanca sobre arte esquemático rupestre en la Península Ibérica. Invitados por el apreciado profesor de la Universidad de Alicante, don Mauro Hernández, allí acudimos, aún estudiantes de primero de carrera, Isabel Vicente, Concha Papí, José Manuel Pérez Burgos y un servidor. De los cuatro, Conchín y Chema ya tenían clara su vocación por la arqueología y Prehistoria, disciplinas a las que se han dedicado y dedican con rigor. Isabel también perfilaba su vocación periodística, labor que ejerce con lucidez. En nuestro caso, con más pájaros en la cabeza que certidumbres, el interés estaba disperso, para variar.

Entre las actividades complementarias a las ponencias y comunicaciones del coloquio estaba la visita a unas pinturas rupestres en La Alberca, en Las Batuecas, frontera salmantina con Las Hurdes. Por mucho que se afinen las lindes administrativas, ciertos espacios se confunden porque se funden; y recordamos de entonces unos lugares preteridos, detenidos en el tiempo. Años más tarde regresaríamos descubriendo una comarca próspera con los atractivos turísticos que para bien y para mal –aciertos y errores– ha procurado el turismo rural potenciando un territorio muy afortunado en bellezas.

Traemos esto cuando «La Aventura de la Historia» (junio, 2022) nos recuerda el viaje que hace un siglo realizó Alfonso XIII a Las Hurdes. Durante cuatro días, ciento cincuenta kilómetros a pie y a caballo es el balance del periplo para descubrir una España dejada de la mano de Dios. Al rey le acompañaba, entre otros, el médico Gregorio Marañón, persona de confianza del monarca. Marañón había publicado una «Memoria sanitaria sobre el estado de Las Hurdes» advirtiendo deficiencias que afectaban a la salud de los lugareños.

En 1933, Luis Buñuel con el documental «Las Hurdes, tierra sin pan» volvía a fijar la lupa sobre la pobreza del lugar a partir de un estudio de Maurice Legendre, hispanista francés buen conocedor de la región. Al margen de la intencionalidad de Buñuel, pues algunas escenas más que testimonio fueron fábrica de tramoya ad hoc, aún se observaba una España pendiente de progreso, nostálgica de futuro.

Sé el primero en comentar

Deja tu comentario

Tu dirección de correo no será publicada.


*