Sorolla
Si el Mediterráneo es luz dulce, Sorolla es Mediterráneo. Porque Sorolla es luz comedida, luz mediterránea que es luz tenue, luz humana. «Luz morigerada», como escribimos hace años en «Leer el Mediterráneo» (Información, 11.01.1995) al recordar entre otros recuerdos leídos la sabiduría de Julio Verne que tras el camino de oscuridad que devolvía a sus personajes desde el centro de la tierra a la tierra, no podía estrellarlos contra una luz desequilibrada. Los hubiera cegado. Así emergieron –regresaron– en el mediterráneo sur de Italia, en Estrómboli, donde el volcán del mismo nombre, donde la luz moderada. Luz elogiada por Gaudí –también lo decíamos entonces– por suave y justa, ni mucha ni poca porque ambas ciegan.
Este año se ha celebrado el 150 aniversario del nacimiento de Joaquín Sorolla. Nació en Valencia el veintisiete de febrero de 1863. Cuando leímos el libro de María Pilar Ávila Roca de Togores sobre «El Casino Orcelitano (1848-1930)» (Aiyana, Orihuela, 2009) supimos de la visita del célebre pintor a Orihuela en 1919. La historiadora recoge, en el apéndice documental, el artículo publicado el veintisiete de enero de 1919 por I. Genovés en «El Conquistador», semanario tradicionalista de Orihuela.
Genovés describe a Sorolla como hombre «menudo, inquieto, nervioso» y «apasionado por todas las manifestaciones del arte». No en vano, como la cabra tira al monte, el pintor valenciano no desaprovechó la visita a la Gran Ciudad y quiso conocer y conoció algunas de sus bellezas artísticas y paisajísticas. Por ejemplo, una preciosa colección de bargueños en casa del Conde de Oliva, donde el actual Hotel Palacio de Tudemir. En Santo Domingo, el retablo de Juan de Juanes. Y el museo arqueológico fundado por el Padre Furgús. Y el maravilloso paisaje de la vega visto desde el Seminario. Y en el mismo Seminario, un cuadro sobre Magdalena penitente. Y en la iglesia de Santiago, su arquitectura y salzillos, admirando especialmente al Cristo. Y en San Francisco las imágenes de Nuestro Padre Jesús y del Cristo en la Agonía. Y en casa de Jacobo Gómez, una colección de pinturas.
Los honores municipales para tan ilustre visita los cumplió, como teniente alcalde, José Martínez Arenas. Y entre otros, acompañaron a Sorolla en la excursión, los pintores alicantinos Emilio Varela Isabel, discípulo predilecto del valenciano, y Heliodoro Guillén Pedemonti, autor del tríptico del techo del salón de café del Casino Orcelitano. Por lo leído, se atiborraron de arte. En Orihuela.
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