Vuelo
Mateo Marco Amorós
En Orihuela, a primeros de mes, inauguramos nuestro octubre hernandiano, que es decir octubre de poesía, asistiendo a un recital poético en la Casa Museo de Miguel Hernández. Bajo el título «El patio de la poesía» se han programado cuatro sesiones que han tenido o tendrán lugar en el patio de la casa hernandiana, ese espacio que nos conduce desde la vivienda sencilla hasta la fabulosa higuera que siempre nos emociona porque nos trae la «Elegía» a Sijé: «Volverás a mi huerto y a mi higuera: / (…)»
La primera sesión de este «patio», la que hoy decimos, estuvo dedicada al poemario «El vuelo en la jaula» de José Luis Zerón Huguet, poemario que se editó hace diez años desde la inteligencia de la Cátedra Arzobispo Loazes, dirigida por el profesor Gregorio Canales, abriendo una colección poética que ha reconocido a escritores en activo de la Vega Baja. El recital fue hermoso. Además estuvimos al lado de José Aledo, responsable de la portada del libro que se representaba.
Tras las pertinentes intervenciones protocolarias –especialmente nos parecieron acertadas las palabras de Sofía García Godoy– arrancó el recital, participado por el Taller Municipal de Teatro de Orihuela que dirigen Manuela García Gómez y Atanasio Die. El fondo musical, la voz cálida del violonchelo, corrió a cargo y con gusto de María José Paredes. Y todo nos devolvió la voz de Zerón poeta. Una voz que el propio autor considera etapa pasada. Pero no por ello vieja, decimos. Entendemos que el creador, siendo inquieto, después de diez años pruebe nuevos caminos. Malo sería el estancamiento. Pero esto no quita vigencia a «El vuelo en la jaula» que hemos recordado como nuevo apreciando, entre otras cosas, ese exprimir estéticamente la ruina. Manuel García Pérez, en el prólogo, escribió que el poemario «pervive en la memoria de las palabras, pero es un estigma que se empoza en la realidad como visión de la devastación.»
Considerando las palabras, siempre que leemos a Zerón apreciamos un trato meticuloso de los términos. Este escritor no se conforma con cualquier término, siempre nos seduce trayéndonos palabras desusadas, esas palabras que aun diciendo lo mismo que decimos con otras más comunes, nos embelesan al devolvernos sus sonidos perdidos. Son voces rescatadas desde la exquisitez de poeta. Así, esa visión amarga que nos aturde, que nos inquieta y que nos produce angustia, se camufla entre las bellezas de la voz delicada. Poesía.
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