Panorámica
Mateo Marco AmorósDecíamos ayer que para el historiador Justo García Soriano, en escrito de 1927, la vista panorámica más bonita de Orihuela era la contemplada desde la Cruz de la Muela: «Esta es la mejor vista panorámica de esa ciudad y de su comarca feracísima, –escribe– y, sin duda, una de las más maravillosas del mundo. Alcánzase a ver desde tan eminente cumbre, (…) no solo la deliciosa vega del Segura, salpicada de pueblos y caseríos, que se extiende desde Sierra Espuña y Lorca hasta la marina de Guardamar y Torrevieja, sino también por N. y NO. toda la inmensa extensión ondulada de los Campos de la Matanza, de la Murada, de Abanilla y Fortuna y las últimas estribaciones de la sierra de la Pila, y por el S. el campo y montes de Cartagena, la llanura argentada y glauca del Mar Menor y el lomo azul del Mediterráneo, surcado de blancas velas latinas.» (Véase «El Pueblo», 173, 10.08.1927)
Tras esta panorámica «de encanto incomparable» –que fue descrita por Cavanilles, apunta el erudito–, comenzando la noche nos lleva a contemplar la ciudad desde la subida de San Miguel, al sitio «en que suelen disparar los ‘morteretes’, cerca de la ‘rejullaera grande'». Allí donde –confiesa– iba cuando hacían novillos; donde se rompían los pantalones y donde, por abril, en tiempo lluvioso, cogían «lobicos o negras orugas» para verlas transformarse en mariposas. Desde allí, «el sordo rumor del río que brama en las azudes y los perfumes de la Huerta»; y la gente y vehículos en la distancia «como diminutos fantoches y juguetes de un teatrillo infantil movido por resortes.»
Luego, vistas parciales de rincones urbanos (callejuelas, placetas, jardines y huertos conventuales…), parajes de la huerta (barracas, casas de labor, hornos bajo la sombra, álamos, palmeras, cañaverales, acequias, azarbes…) y diversas partidas que le traen el recuerdo de sus salidas pictóricas en compañía de Enrique Luis.
Al cabo, el recuerdo resulta, para García Soriano, la «vista» integral y sintética que prefiere: «la de conjunto total que llevo perennemente dentro del alma, abrillantada por la poesía y los colores de los recuerdos nostálgicos, (…).» E insiste: «Sí. Indudablemente, (…) la más hermosa y atrayente vista de Orihuela es la que vemos a todas horas, con los ojos añorantes de la imaginación y la perspectiva de muchos años y de muchas leguas, los oriolanos ausentes de nuestra ciudad natal». Terminando, traerá una anécdota de Trinitario Ruiz Capdepón cuando también oriolano ausente.
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