Cuadro
Mateo Marco AmorósUn poco pejigueras nos parece Luis Ezcurra en su contestación a la encuesta convocada por el semanario «El Pueblo» en 1927 sobre la vista más bonita de Orihuela. Un poco o un mucho pejigueras porque comienza considerando que ante tanta belleza que hay en el lugar –»hacinamiento de bellezas», dice–, lo de «bonita» ocupa un nivel bajo en la escala de valores de la estética. Por ello, ajustándose a la convocatoria, descartará algunas vistas de la ciudad por considerarlas, más que bonitas, bellas, hermosas. Así, se centrará en lo que cree una vista bonita. (Véase «El Pueblo», 171, 27.07.1927).
Este Luis Ezcurra debe ser el Luis Ezcurra Sánchez que, según nos informa Aníbal Bueno Esquer en su diccionario biográfico «Personajes en la Historia de Orihuela», nació en 1890 y realizó sus estudios de bachiller en el Colegio de Santo Domingo, estudió Derecho en Madrid y fue juez en el municipio oscense de Boltaña, aficionado a la literatura colaboró en la revista «Destellos» y ganó algún certamen literario nacional con sus escritos. Esto entre más detalles.
Luis Ezcurra redacta desde la añoranza su artículo y, a diferencia de otros colaboradores que le han precedido respondiendo la encuesta, nos trae una vista nueva de la ciudad. Ya no es desde el puente de Levante, ya no desde el Seminario, perspectiva que también glosa pero que descarta porque, como hemos dicho, más que bonita, la considera hermosa. Así, como bonita o linda, lo que atrae la añoranza de nuestro escritor es «la vista que desde la cruz del río, dando la vuelta desde S. Francisco para salir frente a la casa de la Madre de Monserrate, se divisa. En este trecho, no puedo precisar el sitio exacto –nos dice Ezcurra– pero recuerdo que hay un punto de vista que ofrece una linda perspectiva.»
Terminando su texto, aludiendo a dos ilustres paisanos, nos concreta esa imagen escribiendo: «Yo recuerdo y añoro el celaje manchado por el polvo de oro crepuscular, la Torre de Santa Justa, que también ha sabido cantar nuestro exquisito Sansano, ostentaba su grácil silueta; unos árboles daban la nota pintoresca de un cuadrito muy… eso… muy bonito y el guarda de consumos al fin del muro junto a la garita merendaba, empinando un porrón de tinto… Todo aguardaba el pincel de Agrasot que murió sin pintar el cuadro más bonito –tal vez por haberse ausentado de Orihuela.» Ezcurra lo pinta.
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