Vaciando el aire de las caracolas…LXXIV

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Plegaria 20may14

Plegaria

Mateo Marco Amorós
 
 
 

Ginés Marcos, farmacéutico en Orihuela, colaborador del semanario «El Pueblo», nos ofrece una estampa que para él, respondiendo a la encuesta convocada por el periódico en 1927, resulta la vista más bonita de Orihuela. La titula –véase «El Pueblo, 170, 20.07.1927– «Si vis me flere…» que es cita del «Arte Poética» de Horacio: «si vis me flere, dolendum est, / Primun ipsi tibi». —Y si contigo quieres me lamente, / Tú mismo debes antes lamentarte –tradujo Iriarte.

Marcos no describe una vista monumental o paisajística. Describe una experiencia íntima. El artículo, atiborrado de adjetivación embriagadora, nos sitúa en un templo. Terminando descubriremos que es el de la Virgen de Monserrate. Pero el escrito comienza así: «Subía un perfume, como de mirto y jara, a las amplias naves de aquel que se nos antojaba suntuoso templo. Y una música de armonías celestiales, cual si fuese instrumentada por ángeles y serafines, llenaba el espacio de melodías aladas y sublimes…». Y así todo el texto agotándonos los sentidos. Los perfumes, el olfato; las músicas celestiales, el oído; las luces, la vista. Así.

Marcos nos sitúa en un templo y de noche. Para decirnos la hora, emperifollando aún más su escrito, dice: «Era esa hora imprecisa de la noche en que la carroza de oro del misterio pasa, solemne y majestuosamente, proyectando sobre las almas buenas la luz confortadora y milagrosa de la lámpara de la Fe…» Y entonces, la visión humana o celestial. Porque el recuerdo dificulta discernir si lo visto era real o mágico. Era una mujer con un niño de la mano delante del altar de la Virgen pidiéndole guía y amparo para la criatura. Madre ante Madre, comunicación que es «música y llanto a un tiempo». Y la belleza del amor filial, de la fe y esperanza.

La emoción de la escena se agiganta y catapulta hacia lo sobrenatural por la tramoya de elementos litúrgicos y más cuando una paloma blanca surja batiendo sus alas por el templo. Entonces… se descubre la ciudad: «un lugar donde las estrellas de su cielo, los murmullos de las frondas, el rumor de las cristalinas aguas, las esencias de sus vergeles, la serenidad de sus noches, las leyendas de su historia, los heroísmos de sus hombres, la virtud y belleza de sus mujeres…» De vuelta al templo, la visión de la mujer llevando a un niño de la mano frente a otra mujer, pidiendo intercesión. Madre ante Madre.

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