Vaciando el aire de las caracolas…LXXII

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Donate

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Mateo Marco Amorós

«Y termino sin saber decir cuál es la vista más bonita de Orihuela: es tan difícil entre tantas como tiene, determinar cuál de ellas es, tan difícil como querer fijar, medir, la línea imperceptible que une la luz con la nocturna sombra.» Así concluye Eusebio Donate su contestación a la encuesta del semanario oriolano «El Pueblo» –véase «El Pueblo», 169, 14.07.1927– sobre cuál es la vista más bonita de Orihuela. La firma en julio de 1927 desde Málaga. Desde donde también «El Cantor de Filena» había firmado su colaboración. El número, especial, está dedicado a la Fiesta del Pájaro.

Donate, que se autorretrata como «pobre y viejo bardo», confiesa la dificultad de concretar desde dónde la mejor vista de la ciudad. Su escrito, tras larga introducción llena de querer hacia Orihuela: «patria chica», llorada y sentida en la larga ausencia; valorados algunos aspectos generales: «hidalgas costumbres», vergeles feraces, flora de «embriagadoras esencias», «templado clima», «copudos naranjales y verdinegros limoneros», «santa Orihuela»… Tras esto, muestra su predilección desde dos conocidas perspectivas:

Una, desde el puente de Levante: el río, el azud, el palacio episcopal, el Loreto, la Catedral, el monte donde el Seminario… «verdadera obra gigantesca en donde antiguamente por el año 165 –dice– estuvo emplazada la parroquia goda titulada de San Miguel.» Otra, desde la explanada del Seminario. Y desde aquí: «el hermoso templo de nuestra Excelsa Patrona (…) donde no hay un oriolano que ante su Altar, no doble sus rodillas, templo en donde mi madre me enseñó a orar, donde acudimos en nuestras horas de alegrías, en nuestras horas de tristeza, a contarle nuestras cuitas, (…) templo que grabado lleva todo oriolano en el santuario de su alma; templo en donde el anciano medita en sus pasados días, encendiendo todas las luces de sus recuerdos, donde la doncella oriolana –escribe Donate– bebe inspiración de la castidad, y la esposa la ternura de sus sentimientos maternales.»

Tras esto, la Historia: «El triunfo de la Cruz sobre la Media Luna», los heroicos vecinos del Ravaloche y la Armengola contra la «raza mahometana», «dejando en su camino un reguero de sangre africana». Y la conquista del pendón, «el glorioso Oriol». —¡Tantas bellezas encierras, santa Orihuela, como timbres gloriosos tu historia lleva! —exalta. Y mirando hacia la derecha… San Francisco, donde el Abuelo. Y el cementerio y… Y en la sierra, «la gran Cruz protegiendo y bendiciendo a la madre de mis amores»—dice. A Orihuela.

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