Inventario
Mateo Marco Amorós
Desde Bilbao, en junio de 1927, nos llega la respuesta de quien firma como El Antepenúltimo Romántico a la encuesta de «El Pueblo» sobre la vista más bonita de Orihuela («El Pueblo», 166, 22.06.1927). El escritor muestra afanes de fotógrafo porque presenta su escrito advirtiendo: «¡Quieta un momento, Orihuelica! La vista levantada y el gesto sonriente, como te hizo el Creador.»
Para El Antepenúltimo Romántico la mejor vista de Orihuela es «aquélla que cada buen oriolano lleva grabada en el alma». Difícil por ello el retratarla. «Se trata de una vista –nos dice– cuyo mayor encanto es la imprecisión que le dan los ideales claroscuros del recuerdo.» Y en el recuerdo personal se entretiene: El de la madre perdida cuando era pequeño. Recordada la madre, a modo de inventario, alude a elementos y espacios significativos en la ciudad:
La Cruz de la Muela «en lo más alto; con dos brazos que brindan perdón; la base, como enterrada en la dura roca, símbolo de las estériles pasiones; la parte superior, lugar de todos los inris, cual indicadora flecha de las rutas celestiales.» El Oriolet, «seca fuente de corrientes extinguidas en el pasado.» El «mágico balcón» del Seminario «oteador de la esmeraldina huerta sin rival.» Las rejullaeras. Los terrados y las milochas. Las calles morunas. Las vías modernas. Los dos puentes, «encarriladores del paseo obligado del anochecer», dice. Los mercados de los martes. El arroz con costra, «manjar de dioses que desconoció Heliogábalo». Recordamos que Heliogábalo fue un emperador romano que se entregó con exceso a los placeres de la vida, entre ellos el comer. «La sequía, que tasa el agua a puñaladas. La inundación, peor que mil puñaladas mortales juntas.» La Armengola. Las «lechugicas». El «alalá» agareno de los huertanos «extendiéndose como un eco por la vega, en las horas caniculares.» San Antón. La mona de Pascua. «Los pasteles de gloria. El caserío enroscado al monte y engalanado con la cinta plateada del Tháder fecundador.» El Cementerio. La Virgen de Monserrate. El Oriol. Los conventos. Los morteretes y la charamita. «Las oriolanas lindas y piadosas, honestas y atractivas». Los oriolanos… La luz cegadora. El ambiente embriagador. Las procesiones de Semana Santa. La Convocatoria. La feria de agosto.
Y termina reconociendo la difícil tarea de ofrecer una idea de la Orihuela de nuestros pensamientos porque resulta como cuando queremos describir el Paraíso. Que cada uno lo imagina de una forma. El Paraíso.
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