Contraste
Mateo Marco AmorósMiércoles nueve de septiembre. Más o menos once de la mañana en Valladolid. Calle Duque de la Victoria. Frente a la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León, un frío edificio administrativo donde manda como Delegado Territorial Pablo Trillo-Figueroa y Martínez-Conde, hermano de Federico Trillo-Figueroa y Martínez-Conde, gente con pancartas se manifiesta contra el toro de la Vega. Pancartas que rezan: «Toro de Vega. Tortura no». «Abolición espectáculos taurinos. Violencia». «No matarás. Abolición». «Tordesillas tortura toros». Y así. Convocados por Vox Ánima los concentrados denuncian como tortura el festejo del toro de la Vega en particular y los festejos taurinos en general.
No romperé ninguna lanza a favor –tampoco en contra– de quienes lancean al toro en Tordesillas, espectáculo declarado de Interés Turístico Regional, pero… Pero salvando las distancias, en las inmediaciones de la Facultad de Medicina toda la mañana toda de este miércoles nueve de septiembre hemos visto otro espectáculo en el que un grupo de jóvenes «lancea» a otro grupo de jóvenes.
Iniciándose el curso en algunas Facultades, los veteranos putean a los novatos. Les echan harina, les rocían con vinagres y aceites y… Simulando un pelotón de fusilamiento, colocados los estudiantes noveles en una pared, hechos cristos, les lanzan huevos a discreción. «El pringue» le llaman al conjunto. Pringuerío que, impertinente, resulta un espectáculo vejatorio e inhumano. Tras «el pringue» también hemos visto sobre el césped de un jardín, azuzándoles, hacer correr a los novatos a cuatro patas. Una prueba más hacia la meta de la humillación. «Borregadas» llamaban en mi época a estas innobles ceremonias que algunos justifican como de iniciación. Y así será durante varios días. Pringue y más pringue. Vergüenza.
De la ganadería de los Herederos del Conde de la Corte, Rompesuelas era el nombre del toro corrido, lanceado y muerto por los mozos en Tordesillas. Un toro de gran trapío, de seis años y con más de seiscientos kilos, ancho de sienes y astado con poderosas defensas corniveletas, como precisan las crónicas. Esto es, para los que apenas entendemos de toros, un morlaco con cuernos poco curvos, altos y derechos. Cuernos que de poco le sirvieron frente a la secular tradición. Fiera perseguida por fieras. Desconozco el nombre de cada uno de los nuevos estudiantes que vi mortificar. Teniéndolo, allí lo perdieron. Porque fueron nadie, piltrafa, peleles de feria. Y nosotros, como toda la gente de por Valladolid, paseábamos. Sin pancarta.
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