Yesca
Mateo Marco AmorósSe lo habíamos comentado a algunos amigos: Que por no tentar al demonio habíamos evitado estas palabras. El incendio del sábado en la Aparecida las desbordan.
Teníamos escrito: Caminar por la sierra de la Muela produce desasosiego. Lo que siempre era placer provoca tribulación y miedo. Porque el estado de la sierra, vegetación muerta, camino del verano y ausente la limpia necesaria, mete miedo. Por ser yesca, materia seca dispuesta para encender una pira. Gigantesca. Así no sea.
Cuando soñamos nos preguntamos si nuestros sueños han sido en color o en blanco y negro. Desde la infancia nos obsesiona esta duda. Especialmente desde aquellos sueños repetidos en los que veíamos un entierro al uso de antaño. Corriendo los sesenta, eran aquellos entierros trasiego callejero de sacerdote y sacristán acudiendo a la casa del muerto con consiguiente procesión de dolientes y féretro. Exequias que iban desde la casa mortuoria a la iglesia y desde ésta al cementerio. Y descanse en paz. Mis padres me aleccionaron en la costumbre de santiguarme, medio genuflexo, al paso de la comitiva y responsar alguna letanía breve: «Dale, Señor, el descanso eterno». «Brille para él la luz perpetua».
En aquellos sueños tristes recuerdo sólo en color el color morado de la estola del sacerdote. Nada más. Era como esas fotografías en blanco y negro en la que colorean algunos elementos. En la nuestra, sólo la estola morada. Lo demás, blanco y negro. Como cuando nieva la nieve.
Caminar por la sierra de la Muela nos ha traído estos sueños porque la sierra está triste vestida de gris triste de muertos. El paseo ha sido paseo en blanco y negro. Con pesadumbre nos hemos introducido entre los árboles cenicientos. Y nos hemos asustado por temer mucho riesgo contemplando lo perdido por el tomicus como pólvora entre calores. La sierra es una pira latente. La sierra es un polvorín amenazado y amenazante por la proximidad de una carretera con mucho trasiego.
Nos gustaría no tener razón, pero visto lo visto nos asusta el alto riesgo de una posible hoguera en la que no quisiera que ardieran nuestros lamentos entre las llamas del abandono. Por una chispa sobre la yesca, viruta y serrín. Escoria. Volcán todo que, Dios no lo quiera, podría llenar de pavesas toda la Vega. Y no queremos ser agoreros pero recuérdese que desoída Casandra ardió Troya.
Y es todo esto lo que no queríamos decir.
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