Vaciando el aire de las caracolas…CIV

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Alma

Alma

Mateo Marco Amorós
 

En ocasiones la afición al fútbol resulta ateneo cultural. No en vano nuestro equipo preferido es la Cultural y Deportiva Leonesa. En ocasiones la afición al fútbol resulta ateneo cultural porque entre gol y gol, por ejemplo, comentamos versos. Así ha sido hace unas semanas gracias a la amistad de José Ruso que con ocasión de un partido de fútbol me trajo el poemario «Alma» de Francisca Rodríguez Extremera (Editorial Círculo Rojo, 2014).

Paqui Rodríguez, natural de Córdoba, trabaja en el Colegio Miguel Hernández de Orihuela. Escribe versos desde pequeña, nos dice en su presentación. Ahora, con este poemario titulado «Alma» ha querido compartir su ser poeta y, haciendo honor al título, su alma ha puesto en ello. Entregándose. Los que alguna vez nos hemos atrevido con la poesía sabemos bien cuánto hay de darse en el labrar versos y, sobre todo, en publicarlos. Y esa posibilidad de darse tanto, asusta. Es el miedo a que esta entrega desnuda sea traicionada. El oficio de poeta es oficio solitario y muchos versos son un tú a tú. Y hasta contra uno mismo. Ahí está magistral ese «Contra Jaime Gil de Biedma» de Jaime Gil de Biedma.

Pues bien, Paqui Rodríguez en «Alma» se nos da desde el primer poema, «Permíteme ser», hasta el último, «Madre». Precisamente en el primero estalla una fuerza que es patente en todo el libro: «Permíteme ser una roca entre las rocas / y una mujer entre las mujeres. / Permíteme ser yo.» Poemario de fuerza. Con esas cantinelas-estribillo que repercuten entre los versos, recurso que utiliza la autora en varios poemas y que suena a canción o a rezo. O mejor, a zéjel.

«Escritora de versos imperfectos», se dice nuestra autora, escritora apreciamos nosotros. Escritora contra violencias de género, violencias degeneradas: «¡Que nadie te toque! / Que nadie te ponga una mano encima, / que los moratones de tu piel / no te dejen marca de por vida.» Escritora de bellas tonadas infantiles como hemos estimado en el poema «Amanecer». Y en «Alba», esos recuerdos de la hermosa canción de Aute. También escritora de la ausencia dolida como en «Cigarros amargos» o de la soledad querida como en «Mía». De poemas impulso donde prima el sentimiento que se rebela, incluso, contra los corsés de lo común. Poemas del fluir –como «Dejemos»– donde también cabe el sosiego, el relajo en la intensidad. Poemas agradecidos, los dedicados a la madre. Poemas que nacen, en definitiva, del alma.

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