Escucha
Mateo Marco Amorós
Terminando septiembre, camino de que en Orihuela se inaugurara un nuevo octubre hernandiano en el que estamos, que es decir un octubre de teatro, conciertos, exposiciones y… poesía, desde Valencia recibíamos un nuevo poemario de Alejandro Lorente. Editado por Brúfol se titula ‘Escucha’. Y «descubre –lo dice Daniel Arenas– un lenguaje contenido que de pronto estalla». «Poesía contundente, sencilla, pero a la vez elaborada» –añade José Luis Doñate. Y nosotros decimos: Fuerza. Poderío de palabras domesticadas. Ímpetu de voces como recién hechas. Palabras prístinas. Palabras como a falta de deshelar, como aquellas que Pantagruel lanzó sobre la cubierta del barco, como aquellas que «parecían grageas perladas de diversos colores».
«Escucha» aparentemente parece una «tormenta de ideas». Sobre todo en la primera parte titulada «El cuaderno verde». Aparentemente porque no cabe duda de que hay trabajo de poeta, orfebrería de palabras y versos. Sí, «El cuaderno verde» –libreta que nos habla– parece, solo parece, «tormenta de ideas» porque es como esas ocurrencias o impresiones que quienes tenemos la manía de escribir vamos apuntando en papeles sueltos –servilletas de papel, en la nota de una compra…– o… en un cuaderno. Por si algún día crecen en literatura y… Y parece, solo parece, que Lorente no ha esperado a verlas crecer, sino que las ha catapultado explotando su esencia bruta de palabra o idea primigenias, con exquisitez de poeta. Aquí la fuerza. Aquí la atracción de estos versos. Fuerza, muchas veces, de la voz breve pero contundente. Del micropoema. Del poema que es estrofa corta. «Aquí –escribe Lorente– hay también belleza, / la pulimos o viene / silvestre, al natural».
También, en «Escucha» se nota la potencia del aforismo, porque hay poemas que son aforismos. El poder de la sentencia. Y del misterio. El libro comienza con el misterio de no saberse bien quién es. Pero avanza ganando seguridades. Certezas para aceptar el mundo y aceptarse. El mundo, la vida, nosotros…
Quizás le exigimos tanto a la vida que esa exigencia nos lleva a la insatisfacción. Pero cuando se acepta que lo que es es y se abandona la sed, llega la liberación. No desear. Aceptar y vivir lo cotidiano. Descubriendo la hermosura de lo habitual. Algo o mucho de religión o sabiduría oriental escuchamos en «Escucha». Donde no hay pajaritos que pían ni días eternamente soleados como pregona el coach/coaching cándido. Hay realidad. Realidad hermosa por aceptada. Les recomiendo, por ejemplo, «Perenne», página 103.
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