Elogio de la tertulia
Mateo Marco Amorós
Nuestro Patronio, en «Contemplación de la sorpresa», añoraba la tertulia: «Hoy en la feria, mañana en el bar, pasado quién sabe dónde, el estruendo atenta contra la conversa. ¡Qué difícil nos ponemos cada día el hablar! ¡Imposible! Ya quedan escasos ámbitos –¿ghettos?– para la tertulia. (…) Y sin diálogo (…), no hay intercambio de opiniones. Y sin intercambio de opiniones, se cierra el paso al contraste de ideas. Y sin contraste de ideas, cabe menos la duda. Y sin la duda, cada uno se encierra –prendado de sí mismo– en su ombligo donde, de mirárnoslo tanto, nos clavaremos la nariz. De seguir así, nuestro argumento taxativo, contundente e irrebatible sólo será: ‘Esto es así porque así lo pienso yo'».
Nuestro amigo Juan José Torres, compañero en «El Periódico de Villena», ha dedicado un entrañable estudio a «Alfredo Rojas y el café de las doce». Un homenaje al llorado Alfredo Rojas –escritor y humanista– y a sus compañeros de tertulia. El trabajo fue reconocido con el Premio de Ensayo e Investigación Faustino Alonso Gotor que convoca la Comparsa de Estudiantes de Villena. Precisamente, Faustino Alonso era también miembro del café de las doce. Durante casi cuarenta años este grupo de ocho amigos, a la hora del ángelus, estuvo reuniéndose para tomar café y conversar. Yo, intruso, trabajando en el bachillerato nocturno, tuve la suerte de participar algunos años en aquella delicia. Así puedo dar fe de que lo escrito por Torres es acierto.
Ahora que están tan de moda los concursos de cocina, comprobamos como quienes disponiendo de un magnífico género lo desperdician maltratándolo. No así Juanjo Torres en el caso que nos ocupa. Porque él ha aprovechado con sensibilidad e inteligencia un producto superior.
El café de las doce fue lección de tolerancia. Yo agradezco el haberlo disfrutado. Nacidos sus protagonistas entre 1923 y 1935, desde mi distancia generacional, pude comprobar cómo son posibles respeto y amistad aun teniendo discrepancias ideológicas extremas. El acierto de Juanjo Torres ha sido desvelarnos ese espíritu y contárnoslo con una prosa bella. Vicente Prats, único superviviente de aquel grupo, es ejemplo precioso de aquello. Testimonio bendito.
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