Viajar en la globalización
Mateo Marco Amorós
«De aquí a cierto tiempo todos los países se parecerán tanto que ya no merecerá la pena viajar». Esta frase, que es quejumbre, la escribió en 1853 Prosper Mérimée. Precisamente un gran viajero. La escribió cuando por quinta vez visitaba España. Admirador y en gran parte fabricante de esa imagen pintoresca de lo español, veía, observando el atuendo de los españoles, que las costumbres se iban haciendo homogéneas, se iban globalizando, diríamos hoy, preocupándole la pérdida de lo castizo.
El autor de la novela «Carmen», obra que inspiró la ópera de Bizet, viajó entre 1830 y 1864 en siete ocasiones a España, dejando testimonio escrito principalmente en cartas. Una correspondencia de gran valor antropológico para conocer la España del XIX. Una España vista con los ojos de un extranjero, al margen de los estereotipos creados por el propio Mérimée y por otros viajeros foráneos que como se suele decir se acercaban a la península con una maleta cargada de tópicos.
Don José María Soler, arqueólogo y erudito villenense, también llamaba la atención sobre el vestir como síntoma de la globalización. Especialmente lo observaba en los jóvenes. El atuendo de muchos adolescentes, pongamos por ejemplo en el parque Severo Ochoa de Orihuela, apenas se diferencia hoy del atuendo de un joven de Manhattan. Es lo que nos ha traído el cine, la televisión, internet… Y quien dice modas en el vestir dice modas en el comer. Si nuestros armarios se han llenado de mundo, nuestros estómagos se llenan de gastronomías del mundo. Nunca vi a mi abuelo comerse una pizza, ni una hamburguesa, ni sushi, ni fajitas mejicanas.
Pero si es cierto que cada vez somos más idénticos –como empezaba a ver Mérimée a mediados del XIX– siempre quedan motivos para viajar por los mundos. En los viajes siempre he encontrado y encuentro razones peculiares que los justifiquen. Esas cosas que de no haber estado allí jamás habríamos conocido. La globalización tiene sus efectos positivos, también negativos, pero nunca será un motivo para decir que ya no es necesario el viajar. Queda mucho mundo por conocer. Mucho mundo y sus gentes.
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