Bardomeras y Meandros / Mateo Marco Amorós
Fotografía / Joaquín Marín
La otra noche, riéndose al acordarse de que había llorado aquella vez, Carmen nos preguntó si recordábamos la primera película en la que habíamos llorado. Que dijéramos por qué, qué escena. Me vinieron tres momentos de mi infancia. Tres tristes tristezas. Uno de un episodio de serie, dos de películas. Uno de la serie «Crónicas de un pueblo», durante el segundo capítulo de «La pirueta», emitido por TVE en 1971. Otro de la película «Los guardiamarinas» cuando unas maniobras de desembarco en la playa. Otro, cuando el final de «El planeta de los simios». Tres casos en los que salvo en el de «La pirueta» no puedo precisar cuándo fueron.
De la escena de «Los guardiamarinas» dijimos en El Periódico de Villena escribiendo «Más que el landismo» (EPdV, 14.05.2013). Como también, en el mismo periódico, comentamos sobre el episodio de «Crónicas de un pueblo» (EPdV, 17.07.2013). De éste, gracias al archivo «A la carta» de RTVE, viéndolo nuevamente, hemos aclarado algunas dudas que tuvimos cuando redactamos al dictado de la memoria.
El final de «El planeta de los simios», película de 1968, también nos trajo mucha congoja. A lomos de un solo caballo, cabalgan por la orilla de una playa solitaria el coronel George Taylor (Charlton Heston) y Nova (Linda Harrison). Se les ve felices. Cabalgan despacio y luego un poco deprisa. Los cascos del caballo dejan señales en la playa, borrándolos el oleaje. Y van y se ve como un amasijo de hierros. Se paran. Miran un poco. Y siguen. Y se ve como un pincho gigante y luego varios pinchos gigantes mientras desmontan.
Las olas cubren sus pies. Y va Charlton Heston y dice que está en su casa. Porque descubre que en realidad ha vuelto y está en la Tierra. Y va y se arrodilla, maldice la destrucción. Maldice a todos. Maldice las guerras. Y se ve entonces que los pinchos son los pinchos de la estatua de la libertad. Porque es la estatua con su corona de rayos solares y su antorcha. Pero la estatua está rota. Hundida en la playa. Medio rota. Y suena un rumor de olas triste.
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