Mateo Marco Amorós / A cara descubierta
Joaquín Marín / Fotografía
«En toda criatura humana anida el natural deseo de poseer más lujos de los que precisa.» Lo afirma Mark Twain en su «Viaje alrededor del mundo, siguiendo el Ecuador.» Lo afirma con la fina ironía que ambienta toda la obra cuando, estando en Australia, explica que ha comprado unos billetes de tren con unos dos mil kilómetros más de los que necesitaba, pero que ante la escasa diferencia de las tarifas… Hay gente que compra cosas sin necesitarlas. Las compra por parecerle baratas. Es lo que decimos mercar una correa de perro sin tener perro. Por ganga. Así nuestras «necesidades».
En otro largo viaje, éste inventado por la imaginación de Verne, se nos cuenta una aleccionadora historia en torno al tener. Verne la pone en boca del despistado y erudito Santiago Paganel, paradigma de geógrafo. Nos la cuenta en un momento de la aventura en el que manda la necesidad; por encontrarse los protagonistas aislados en un árbol, tras una inundación, haciendo vida de pájaro pero sin poder volar. En ese contexto afirma Paganel resignado que «cuanto menor es el número de las comodidades, menor es también el de las necesidades, y éstas y la felicidad suelen hallarse en razón inversa.» Esto es, cuanto menos necesidades, más felicidad.
Para redundar en su reflexión el geógrafo recuerda una aleccionadora historia oriental. Es la historia de un hijo infeliz de Harún-al-Raschid. El príncipe acude a un viejo derviche buscando consejo. Lo primero que le dice es que conseguir la felicidad es difícil. No obstante le aconseja, como remedio infalible, que busque y se ponga la camisa de un hombre feliz. El joven príncipe recorre el mundo poniéndose camisas de artistas, guerreros, reyes, comerciantes… Pero no encuentra la felicidad. Ya de vuelta, tropieza con un campesino feliz que confiesa y confirma su felicidad. —Que no cambiaría su suerte ni por la de un rey —dice. Cuando el príncipe le pide su camisa, el campesino contesta: —¡Mi camisa! No tengo camisa.
Aquí la felicidad desasociada del tener. Vivimos obsesionados y envidiosos por tener. Cosas y casas. Y la felicidad… La felicidad camina sin camisa.
Deja tu comentario