Laura F.
¿Qué tal andamos de autoestima? ¿Tenemos relaciones tóxicas? ¿Te haces valer? ¿Cómo tratas a los demás? ¿Cómo se comportan contigo? ¿Te involucras en proyectos? ¿Eres negativo/a? ¿Cuidas tu físico en exceso o, por el contrario, eres muy descuidado/a?… Según la Real Academia de la Lengua es la valoración que tenemos de nosotros mismos. Y abarca desde el aspecto físico hasta las cualidades internas. En realidad lo que pensamos de nosotros mismos no es un hecho objetivo, es obvio, es más bien una creencia, la cual está influenciada por las propias estimaciones que tenemos de nuestra persona y también por cómo nos influye el entorno social y otros factores externos. Las tres cosas juntas, arman un “totum revolutum” y de ahí sale una persona con la autoestima equilibrada o frustradas. De éstas últimas y de las consecuencias que sus actos y palabras tienen, podemos ver los resultados en nuestro entorno, por ejemplo en nuestro entorno, centros escolares, en el mundo del espectáculo televisivo o en política, donde los hay prepotentes, ególatras, déspotas, simpáticos, seguras de sí mismas, brillantes, desenfadados, narcisistas, etc.
Pero no podemos confundir la autoestima con el narcisismo. Una persona narcisista es aquella que está enamorada de sí misma y no es capaz de autocrítica. Todo en ella es bueno y, por tanto, todos sus actos y palabras tienen como objetivo a sí misma. Y , por supuesto, procura tener a su lado a aquellos que le adulan y le dan la razón constantemente. Eso no es tener una buena autoestima. Eso es ser prepotente y soberbio. Y, claro, esta forma de ser no genera muy buen rollo en el entorno. ¡Y muchos directivos lo son! No todos, gracias a Dios, sólo los que necesitan amedrantar y abusar de su poder. Volviendo a la autoestima, se puede tener buena o mala autoestima. Y precisamente, esas personas que ocupan cargos relevantes y se comportan de forma endiosada, en realidad y muchas veces esconden una bajísima autoestima que tienden a disimular. Una persona con baja autoestima se suele esconder detrás de un físico espectacular (o lo intenta), necesitan sentirse “alguien” por las posesiones que alcanzan y éxitos obtenidos, etc. Por otro los hay con baja autoestima y suelen relacionarse con personas tóxicas, son retraídos/as, se sienten ineptos/as, suelen de tener habilidades sociales deficitarias, etc. Sin contar como afecta a la salud. Porque la baja autoestima afecta a la salud. ¿Cómo? Insomnio, desórdenes de la alimentación, hipertensión, depresión, etc. Es un trastorno del pensamiento. ¡Cuidado! Muchos niños o niñas, no es que sean tímidos, es que sufren depresión. Por eso es tan importante la infancia, los primeros años de nuestra vida, porque lo que se sufre en estos años…perdura para siempre. ¡Es que ocurre cuando se está formando la personalidad! Generalmente, tanto la buena como la mala autoestima se forman en la niñez y sus consecuencias positivas o negativas nos acompañan toda la vida.
¿Cómo podemos saber cómo tiene la autoestima una persona a simple vista? Sólo hemos de fijarnos en cómo se comportan y cómo tratan a los demás, suelen ser tristes, poco comunicativos/as, poco sentido del humor, les afectan mucho las críticas. Muchos actores de éxito han tenido que ir a terapia por una autoestima nefasta. Por el contrario, una persona con alta autoestima, de entrada, es alegre, sociable, asumen las críticas constructivas y tienen respuesta para las que no lo son, etc. Normalmente suelen conocerse a sí mismas y saber de lo que sí y no son capaces de hacer, son conscientes de sus posibilidades y se aceptan con sus defectos y virtudes. Suelen ser creativas y se expresan con soltura. Aceptan con normalidad sus errores y son responsables. Pero todo esto, claro, tiene sus raíces y en la infancia. Yo diría más. Desde el vientre materno. Los que defendemos esta parcela educativa, no dejamos de insistir en su importancia. ¿Quieres tener éxito en la vida? Pues cuida tu autoestima. Pero no la infles demasiado porque puedes caer en el egocentrismo. Así que escuchemos a los pequeños, amémosles sin ser consentidores, enseñémosles a ser autónomos, dejemos que se equivoquen, no les sobreprotejamos, hagámosles ver sus errores y aciertos y permitámosles desarrollar su o sus inteligencias, no les coartemos en sus dones y habilidades, es más apoyémosles y estimulémosles. Y sobre todo, hagámosles saber que todos cometemos errores y lo importante es reconocerlos y volver a empezar. Y, sobre todo, ¡Que sepan por activa y por pasiva que les queremos como son!
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