Por José Aix, portavoz de Ciudadanos y concejal del Ayuntamiento de Orihuela
Ahora que se cumplen los primeros trescientos sesenta y cinco días de la constitución de la nueva corporación municipal, ya tenemos suficientes elementos de juicio para valorar la impronta –si es que se puede llamar impronta a no hacer nada- de Pepe Vegara como primer edil y la novedosa incorporación de VOX al gobierno local.
En sí misma la apuesta inicial del candidato popular de elegir a Mestre como compañero de viaje -cuando la aritmética electoral también ofrecía la posibilidad de un acuerdo con Ciudadanos- es una nítida declaración de intenciones: entre apostar por un equipo solvente y ya con cierta experiencia o novatos con nulo bagaje de gestión cuyo mensaje estrella de campaña fue el de poner un teleférico en la sierra de Orihuela, la segunda opción le parecía mejor; entre la moderación que representa nuestro proyecto o el populismo radical de VOX, tampoco tuvo empacho Vegara en darse la mano con quienes hacen de la merma de derechos sociales la bandera de su acción política. Porque de eso, de banderas y de golpes en el pecho sí saben. Entre los antieuropeístas que niegan la violencia machista, el cambio climático, los postulados de la Agenda 2030 o los derechos de colectivos desfavorecidos o quienes asumimos como propios los acuerdos supranacionales y creemos en Europa, con sus virtudes y defectos, como el mejor proyecto de convivencia, defendemos la protección de la mujer y la reivindicación de sus derechos en la lucha por la igualdad, al tiempo que estamos convencidos de la necesidad de trabajar por un mundo más sostenible, Vegara prefirió aliarse con quien luego intenta aparentar que no comparte nada. También pudo haber apostado por gobernar en minoría buscando acuerdos puntuales con el resto de formaciones sin necesidad de entregarse a las siglas de Abascal. Pero reconozcámosle al César lo que es del César y respetemos, pues, su incuestionable coherencia. Vegara encontró en los ediles de VOX los mismos ‘adornos’ que buscó para configurar su candidatura electoral: incapacidad, desconocimiento absoluto de la administración, poca predisposición para el trabajo y unas altas dosis de frivolidad castiza.
Aprendió pronto el nuevo alcalde a decir que todo era culpa de Ciudadanos y PSOE, y hasta cierto punto era sencillo comprarle el discurso de buenas a primeras, pero comprenderán ustedes que, en un municipio gobernado desde hace siglos por los populares salvo dos breves paréntesis que suman escasamente de cinco años, lo justo, lo lógico y lo sensato es decir que muchos de los grandes males y también la mayoría de bondades son demérito o mérito de los suyos. Quizás en algún momento sirvió la excusa, aunque ahora ya está más que amortizada.
La ausencia de luces en las fiestas – tiene guasa como metáfora esto de no tener luces- surgió como primer gran problema de este gobierno y se extendió hasta Navidad, donde los vecinos de pedanías recibimos la confirmación de que para Vegara y los suyos los núcleos rurales no son la Orihuela de verdad en la que ellos creen –o por la que simplemente se pasean-, esa Orihuela para la que surgen anónimos mecenas que patrocinan el alumbrado de los Moros y Cristianos a saber con qué contraprestaciones.
También la costa juega en segunda división. Ya el de 2023 es para muchos el peor verano que se recuerda en el litoral oriolano. Suciedad, reducción de personal en Aseo Urbano, Urbanismo e Infraestructuras justo en la costa, que es donde mayor actividad urbanística hay, donde más urgencias existen en cuanto a infraestructuras y donde más basura se acumula, especialmente en Semana Santa y verano; caos en el mantenimiento de los viales, el proyecto del tercer colegio sigue paralizado, nada se sabe de la apertura del Paso de Aguamarina ni del desdoblamiento del puente sobre la AP7, tampoco cuándo ni cómo ILDO comenzará a gestionar las zonas verdes, la situación del contrato de la gestión de las instalaciones deportivas de Orihuela Costa o las sombras que envuelven la licitación y adjudicación de los chiringuitos. Solo la anestesia digital de los voceros convertidos en pedáneos que miran para otro lado para no verse obligados a reconocer la incompetencia de los suyos ha reducido la presión en redes sociales y medios de comunicación ante una situación ya insostenible, pero que callan cual gregarios vasallos al servicio de una causa.
Podríamos hablar largo y tendido de la concejala de VOX que ha estado meses trabajando sin tener autorizada la compatibilidad o de los otros casos de pluriempleados irregulares que parece haber en la casa de todos los oriolanos; podríamos reiterar que, hasta la fecha, el único legado de Mestre, a pesar de su gusto por las medallitas y los pendones, es la pérdida de una bandera azul; de cómo Víctor Valverde lleva un año diciendo ahora que sí a lo que antes decía que no: ya saben, el Sorzano de Tejada, la modificación puntual de El Barranco, la ordenanza de convivencia o la bomba que le va a explotar en las manos con el contrato del mantenimiento de viales de Orihuela Costa, donde ahora resulta que un tal Ángel Noguera, tan injustamente tratado por muchos, y un grupo político llamado Ciudadanos estaban haciendo las cosas bien negándose a pagar facturas con incumplimientos manifiestos de la empresa que gestiona este contrato. Seguro que la edil de Contratación también podría explicar qué está pasando. De la inexistente gestión de Sigüenza en Deportes, con más de cien trabajadores que aún no han cobrado todo lo que se les debe y con muchos clubes deportivos angustiados por no haber recibido la subvención municipal, como también ocurre con las asociaciones de fiestas, contenidas muchas de ellas por mera afinidad política; del sorprendente apagón comercial y de cómo algunos han bajado su intensidad frente a la inacción municipal ahora que esta área la lleva Vicente Pina en lugar de María García Zafra, a la que había que fundir en precampaña porque era lo que tocaba en esas fechas; de la chapucera configuración de las juntas de distrito, con expedáneos metidos con calzador para controlar que han sido pillados con las manos en la masa por no cumplir los requisitos para pertenecer a este órgano; de la opacidad que define la gestión de Irene Celdrán en Transparencia, quien ha mostrado en más de una ocasión que eso de dar explicaciones a los vecinos no le gusta y que le viene mal que la oposición haga su trabajo de fiscalización; del desprecio a la figura de Miguel Hernández en Cultura o de las amenazas y las presuntas situaciones de acoso laboral vividas en Orihuela Cultural que comprometen tanto al anterior gerente como a la nueva “no gerente” de esta sociedad municipal; de un área de Recursos Humanos dirigida ‘manu militari’ desde la sombra por el verdadero jefe del ayuntamiento a cambio de otros “trajes a medida”; del fracaso de Matías Ruiz, que vive de rentas en Urbanismo y que en Patrimonio solo se le reconoce la apropiación indebida de algunas iniciativas que otros dejamos listas, al frente de los grandes proyectos, como son Rubalcava, la Caja de Ahorros de Monserrate o los antiguos juzgados, cuya finalización se suponía para principios de enero de 2023. Son tantísimas las cosas que podemos contarles…
Repetirán hasta la saciedad que ellos han aprobado un presupuesto maravilloso con no sé cuantísimos millones de euros para megainversiones que ya les avanzo que no se van a ejecutar, pero no explicarán la subida de impuestos que están fraguando ni que con la aprobación del mismo en Orihuela no se resuelven los problemas urgentes y los servicios seguirán siendo como hasta ahora, cuanto menos insuficientes, por no decir malos. Ni explicarán por qué aún hoy, ya acabando junio, siguen ocultando la liquidación del ejercicio anterior cuando tendría que estar a disposición de todos desde el pasado 1 de marzo. Traerá cola este asunto…
Dirán con tono grave que tienen un plan para el casco histórico y que ya lo tienen todo muy avanzado para revertir la delicada situación del patrimonio local, rehabilitar edificios y reactivar esta zona; afirmarán que la ciudad deportiva y la nueva zona industrial están cada vez más próximas aunque llegaremos a 2027 sin ver ni un solo ladrillo, pero nada contarán de las basuras, encargadas al exedil Dámaso Aparicio, quien ya ha usurpado de facto las competencias de Rocío Ortuño, ni de la ocupación de los terrenos de Santo Domingo, y mucho menos de alguna operación extraña con la iglesia de San Agustín de por medio y otras que me reservo de momento par ano contarlo todo, o de las extrañas maniobras en materia de Contratación o de Recursos Humanos.
Insistirán desde PP y VOX en que otros estamos empeñados en bloquear sin más cualquier iniciativa del gobierno, que ponemos palos en las ruedas para que Orihuela no funcione, pero nadie contará que desde Ciudadanos Orihuela hemos votado favorablemente más del 80% de las propuestas elevadas a Pleno por la sencilla razón de que eran nuestras y que hemos ofrecido nuestra colaboración pese a no tener un despacho donde trabajar como sí lo tienen el resto de grupos políticos.
Miren, este gobierno del desgobierno encabezado por un líder que no lidera, que ni habla ni se le espera, y por un general trasnochado reconvertido en subalterno de asuntos costeros pero sin atribuciones reales, navega claramente hacia la deriva. Seguro que entre mi percepción y la realidad que defenderían ellos hay muchos matices que discutir, pero la alarmante falta de aptitudes y actitudes de los ediles que hoy dirigen la ciudad me condenan sin remedio a ser pesimista; aun así, por si acaso soy yo el equivocado, aprovecho estas líneas para invitar a Vegara y Mestre a debatir en un pleno extraordinario sobre el estado de la ciudad de todos y cada uno de los asuntos aquí esbozados para poner luz a los mismos y que los oriolanos puedan sacar conclusiones certeras. El ofrecimiento está hecho, ahora solo falta que ellos quieran. Yo ya sé su respuesta.
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