La verdad es que me gustan las pancartas y a veces las camisetas. Los socialistas hemos sido históricamente primero de hacerlas y luego de ponernos detrás y llevarlas en sonoras manifestaciones defendiendo los derechos de los ciudadanos. Nuestras convicciones y su defensa tras la pancarta nos han costado largas sesiones de porra a veces, otras que nos las quemen, o incluso que nos encierren en un calabozo y cosas peores que hoy no recordaré.
Por defecto, me gusta ver pancartas porque siempre he creído que no están a favor o en contra de nadie, sino que esos trozos de sábana o lona siempre defienden la libertad, la igualdad, la legalidad y, sobre todo, la legitimidad de los ciudadanos para reclamar contra lo que no les gusta o consideran que les perjudica en cualquier ámbito de su vida o su conciencia. Me gustan las pancartas también cuando están en desacuerdo con mis posiciones, ideas o proyectos porque todos los que se sitúan/nos situamos tras ellas suelen ser personas comprometidas que se movilizan por el bien común, en ocasiones a riesgo de su propia integridad.
El viernes en Torrevieja no me molestó, al contrario, ver manifestantes con pancartas críticas con la política educativa del gobierno valenciano. Yo he liderado protestas contra las políticas sanitarias y educativas de otros gobiernos valencianos. Todo el mundo es libre de pensar lo que quiera y tener activos los prejuicios que considere oportunos, si bien los expuestos el viernes quedarán debidamente solventados al inicio del próximo curso; en septiembre veremos cómo las políticas educativas progresistas volverán a destrozar la insidiosa manipulación a la que este ejército de mercenarios del partido imputado trata de someter a los ciudadanos de la Vega Baja, la provincia y la Comunidad.
Por un momento pensé incluso que las pancartas de Torrevieja pedían la puesta a disposición judicial, y espero que posteriormente penitenciaria, como ya ocurrió con el exalcalde salinero Hernández Mateo, de aquellos responsables del PP y de sus cómplices en Ciegsa que durante veinte años nos han robado a los ciudadanos más de 1.000 millones de euros y unos 300 centros educativos en la Comunidad; y esto no es solo dinero sino que ese expolio contra todos le ha robado el futuro y el resto de su vida a muchos de nuestros hijos. Ellos, nuestros niños y jóvenes, son las verdaderas víctimas de la mayor concentración de delincuentes, presuntos o no, por metro cuadrado que ha registrado España y la Comunidad en toda su historia, salvo durante el franquismo cuando además de sinvergüenzas eran criminales. Eso es al menos es lo que dicen por escrito los jueces que califican al PP como un partido organizado como la mafia y diseñado para delinquir.
Si en Torrevieja las pancartas hubieran clamado contra los corruptos de Rus, de Rita, de Camps, de Ripoll, de Blasco, del Bigotes amiguito del alma, de Fabra (cualquiera de los dos) o Cotino y tantos y tantos otros… creo que hasta el presidente Puig se habría saltado el protocolo y se habría puesto detrás de las lonas a gritar como uno más, en defensa de la honradez y la justicia social. Por el contrario, detrás de las telas no se juzgaba un modelo educativo, sino que exconcejales del PP que se fundió 50 millones en un Auditorio en el que no cabe un piano; muchos de los cuales pidieron el indulto para el delincuente Hernández Mateo, aprovecharon la ocasión para insultar, no a Puig ni al Consell, sino a la decencia y a los derechos de los ciudadanos, mientras su jefe grita «Luis sé fuerte. Hacemos lo que podemos», supongo que por salvar su propio pellejo. De nuevo, las alcantarillas del PP manipularon a personas honradas, pero también a un buen grupo de paniaguados y estómagos agradecidos para que les hicieran de coristas.
Menos mal que el tiempo les volverá a quitar la razón. Lo verá todo el mundo, he dicho, a partir de septiembre con el inicio del curso, en el que desaparecerán las políticas educativas ‘sotánicas’ para regresar a un modelo plural, sostenible, igualitario, solidario y, cuando sea preciso, inclusivo y humanitario; y estas definiciones me sirve por igual para la Educación, la Sanidad, la Economía, la Seguridad, la Transparencia, la Agricultura o la Dependencia. En estas áreas se han ido recuperando derechos este último año, pero salvo el padre de Rajoy que también es dependiente y recuperó esos derechos hace cuatro años y pagando entre todos nosotros sus cuidadores en el Palacio de la Moncloa.
La verdad es que no hay PAN-cartas para tanto chorizo, como leemos frecuentemente en las sábanas rasgadas.
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