Mateo Marco Amorós / A cara descubierta Joaquín Marín / Fotografía
Tras la exhumación de Franco, la semana del veinte de noviembre estuvimos tentados de comentar algo sobre el traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera desde Alicante hasta El Escorial, coincidiendo con su octogésimo aniversario.
No atrayéndonos el asunto de los muertos en mudanza, lo relegamos. Pero la solicitud de algunos colectivos para que, al igual que los de Franco, los restos del fundador de Falange salgan del Valle de los Caídos, valle de Cuelgamuros, nos incitó a recuperar la cuestión. De atenderse dicha solicitud, será la cuarta vez que los despojos de Primo de Rivera vayan de un lugar a otro.
La primera fue dos años después de su fusilamiento, cuando transportaron huesos de la fosa común de la cárcel de Alicante al cementerio municipal de la misma capital. La segunda, la que hemos dicho desde Alicante hasta El Escorial. En noviembre de 1939. En la España cainita de la posguerra. La de la Victoria. Un traslado con mucha solemnidad. A pie. A hombros de falangistas. Un catafalco forrado de terciopelo. Sembrando el recorrido de monolitos conmemorativos. Monolitos que conocimos hasta los primeros años de democracia cuando algún ayuntamiento atendió la demanda de ciudadanos que no soportaban ese recuerdo y cuando el MOPU fue marginándolos al desdoblar la carretera de Madrid a Alicante por Ocaña. Sobre este traslado existe un libro que lo detalla, publicado en 1940. Obra de Samuel Ros y Antonio Bouthelier, titulado: A hombros de la Falange. Historia del traslado de los restos de José Antonio. Crónica documentada y plena de prosopopeya falangista. La tercera mudanza fue, veinte años después, entre el veintinueve y treinta de abril de 1959, desde El Escorial al recién inaugurado Valle de los Caídos.
Que algunos muertos vayan de aquí para allá no es novedad. Así Cristóbal Colón, que parece que viajó más de muerto que de vivo. Exageramos. Pero que sepamos, Colón difunto fue trasladado desde Valladolid a Sevilla, de Sevilla a Santo Domingo, de Santo Domingo a La Habana y de La Habana vuelta a Sevilla. Y hay más casos. Sin gustarnos esto, ya puestos, contaremos.
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