Me apunto al momento dulce del desarrollo personal.
Estoy seguro que es necesario que así sea, pues de otra forma no existiría. Sin embargo, me llama la atención lo que hemos proliferado en sanadores de personas en todos los aspectos. Aquí hasta un tonto como yo si le das vela, te da un par de consejos que te arreglan la vida… Bueno, sin grandes pretensiones, igual con suerte te hago que metas un poco de lo que te molesta debajo de la alfombra y te hago pensar que te he rehecho la existencia, mientras estás entretenido viendo la tele encima de tu caca ¿magia? ¡Claro! Hasta que me pillas el truco y otra vez sale a flote por cualquier circunstancia, lo que nos empeñamos en no aceptar. Igual no lo sabes todavía, pero si hay algo testarudo, es la propia vida y te garantizo que hará todo lo posible por centrarte en vivir intensamente enfrentándote a todo lo que quieres evitar. En ese preciso momento será en el que me cambies por otro salvador de sufrimientos. Volverás a ceder el poder de tu autoridad, la que en realidad te puede servir, a otro gurú, a otro método, etc. o incluso a otra religión, que aquí poder queremos todos, aunque sea un dominio celestial. Esa será la evidencia que te condenará a tu propio veredicto, que no es otro qué: No has comprendido nada.
Dicho esto, me pregunto ¿si en estos momentos el florecer de tantas conciencias despiertas es una bendición? O es simplemente, una necesidad a la demanda de tanto angustiado apurado por el vacío sufrimiento de nuestro día a día. Que solemos rellenar con salvadores de almas, de emociones, etc., y los más “superficiales” con cacharros electrónicos de todo tipo que parpadean en la oscuridad a la misma velocidad que ahuecan nuestro corazón de verdadero sentido.
¿A quién de nosotros le llega, ya, al alma una frase motivadora de amor, de paz, de…? Aunque esté impresa encima de una bonita foto en cualquiera de las redes sociales que utilizamos. Contestaré por mí, yo me las paso como pasa un Fórmula UNO a una bicicleta, vamos que ni lo ve, pues eso digo yo que ni las veo…
Es que no se percibe tanta buena intención en la calle, tanta profundidad social de sentimientos, por medios digitales lo que haga falta de cariño y amor, ¡ahora! No me pongas a ningún humano delante para que le diga lo que siento por él, porque me entran los nervios. A ver si va a pensar que soy un flojeras y pierdo mi estatus.
Si las personas que escribimos todo esto, lo aplicásemos un poco y las que lo leen en un, porcentaje pequeñísimo, también lo pusiesen en marcha la sociedad ya estaría cambiada en muchos aspectos. Creo que gastamos todas nuestras energías en que se difunda mucho el mensaje, no en que se aplique un poco el hecho (empezando por nuestras propias casas). Escribimos PAZ y al segundo nos peleamos con nuestra pareja, amigo, hijo, compañero etc. por algo tan grave como por cogerte el mando de los canales.
Quizá, la cuestión sea menos escribir y leer bonito, y más vivir con intensidad la honestidad que portamos en nuestro interior. Llamémonos lo que somos, sin más.
Entonces… Si os preguntáis por qué escribo esto si no sirve para nada, os contestaré que os preguntéis por qué lo leéis vosotros si el uso es el mismo.
Feliz día.
Autor del libro «De mayor… Quiero una familia como vosotros»
www.dejarhuella.org
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