Mataderos

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Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro

Joaquín Marín / Fotografía

Cuando ayer, al hilo de la viñeta publicada en «La Risa» en abril de 1923, nos referíamos a Marruecos como matadero, teníamos en mente una copla popular de la época: «Melilla ya no es Melilla, / Melilla es un matadero, / donde matan a los hombres / como si fueran corderos». Recordemos que esa viñeta, con ninguna gracia para nosotros, pretendía el chiste con juego de palabras señalando la coincidencia de una mosca muerta en un «tercio» de cerveza con la muerte del primo de la camarera, soldado en Marruecos, en otro «tercio».

En 2021 coincidiendo con el centenario del desastre de Annual se divulgaron interesantes estudios sobre la catástrofe. Sin desmerecer estos, personalmente valoramos el libro que años antes, en 1996, publicó Manuel Leguineche. Un magnífico ejercicio de fusión entre la mejor crónica periodística y la buena narración histórica. Bajo el título «Annual 1921. El desastre de España en el Rif», lo editó Alfaguara. En él se recoge la copla citada y otros testimonios que manifiestan la impopularidad de aquella guerra. Pero… ¿Qué guerra puede no serlo?

En el tiempo, las guerras se pueden diferenciar por la sofisticación de los medios empleados, pero no en sus miserables crueldades: cuerpos destrozados, violaciones, vejaciones contra vivos y muertos, huérfanos, desarraigos, torturas como fueron en Marruecos la de soldados castrados con los testículos colocados en la boca y fallecidos por asfixia, cuerpos abiertos en canal, clavados en la pared, con las manos atadas con los intestinos… mataderos. Basta leer la crónica de cualquier guerra y se confunde con otras guerras.

Por mucho patriotismo que se aliente para justificarlas, no disimula el dolor que provocan. Y lo peor es que toda guerra deja rescoldos que alguien baleará para avivar nuevos conflictos. Heridas sin cicatrizar por las que volverán a salir las vísceras. La escena de «Sin novedad en el frente», en la versión de 1930, cuando el soldado replica con rotundidad la arenga patriotera y embaucadora del maestro parece que no ha calado en nuestras actitudes. Seguimos utilizando la madera, el hueso o el bifaz no para construir sino para matar. Matar en mataderos. O morir.

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