Lotería Nacional

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Mateo Marco Amorós / Bardomeras y meandros

Joaquín Marín / fotografía

Lo recuerda Francesc Fabrés Saburit en la sección «Efemérides» de LA AVENTURA DE LA HISTORIA: el veintitrés de noviembre de 1811 «a iniciativa de Ciriaco González de Carvajal, ministro del Consejo y Cámara de Indias, las Cortes de Cádiz aprueban la institución de la Lotería Nacional concebida como ‘un medio de aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes’, cuyo primer sorteo tendría lugar el 4 de marzo de 1812».

Veintitrés de noviembre de 1811 hace dos siglos y una década que el estado alfarero modeló lo que para muchos es cántaro de lechera, sobre todo en Navidad. Cántaro o, labor también artesanal, cesta para huevos; obra de mimbreros y esparteros. Recurrimos a estas comparaciones porque en cántaro o cesta loteros hay quien pone tantas esperanzas como imprudencias. Entonces, lo que tendría que ser mero juego se convierte en riesgo. Dicen algunos jugadores que quien no arriesga no gana. Pero lo que se pretendía diversión puede resultar quebranto.

Lotería en particular, juegos de azar en general, cartas, ruletas, apuestas… se presentan, y más en tiempos de crisis, como posibilidades de mejorar de la noche al día nuestra situación económica. O según casos, hasta oportunidad de salir del hoyo. Pero esta confianza puede hacerse añicos como el cántaro de la lechera o como huevos en única cesta que se nos cae. Porque cabe trastabillar. Y lo que se pretendía atajo o catapulta hacia la prosperidad se convierte en pala que cava la tumba de nuestra existencia. Si en cántaro y cesta ponemos todo lo que tenemos, será la ruina. Y endeudamiento, mucho peor, si pedimos prestado para colmar cántaro y cesta. Así fue en el crack del 29. Así, hace unos años, con la fiebre del ladrillo. O siglos antes con la crisis de los tulipanes en Holanda. Como juegos ambiciosos.

En el de la lotería, especialmente en Navidad, donde muchos participamos por tradición, ponemos nuestras ilusiones. Pero no conviene, ante todo juego, abandonar la prudencia. Piedras hay en el camino en las que podemos tropezar. A riesgo de la leche. A riesgo de los huevos. A riesgo.

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