Para los que conocen poco de mi vida les aclararé a qué me dedico realmente (no soy escritor de oficio), mi oficio principal es ayudar a celebrar días especiales a otras familias (cumpleaños, bodas, bautizos, jubilaciones, etc.), en definitiva a la restauración. Son muchos años dirigiendo equipos de personas para lograr la máxima satisfacción de los que confían en nosotros.
El primer secreto del éxito de la celebración, desde nuestra perspectiva, es sencillo: Tan solo hay que tomárselo como es, la ilusión de una familia en un día especialmente señalado para ellos, tanto que no se volverá a repetir nunca más. La insistencia en remarcar este matiz en las personas que manejan muchas de las alegrías de los demás es fundamental para entender la importancia que tiene llevar bien un plato a la mesa, de atender con educación a un invitado o de que todo esté lo mejor posible. El negocio, a la restauración, te lo trae el gusto que pones en las vidas de otras personas que apenas conoces y que, no obstante, se convierten en tu familia durante unas horas…
El segundo secreto, parte desde la perspectiva de la novia, de la madre, de la compañera, etc. que organiza el gran día para todos, no es otro, que tener la premisa de disfrutar lo que se está haciendo (desde el principio, no solo el día del evento). Si has dejado de disfrutar la organización del evento con muchos nervios o angustia, algo comienza a fallar.
Vivo con inmensa tristeza como muchos de los organizadores de los eventos sociales, que desean lo mejor para su gente, padecen su celebración. Cuando el verdadero sentido de festejar algo con nuestros seres queridos es agasajarlos con nuestra verdadera alegría. Queremos llegar tan lejos en detalles, muchas veces inútiles, que nos olvidamos de lo más importante de cualquier evento, dejar ver nuestro amor en lo que hemos preparado, no llenar de muestras de nuestro dinero todo el recinto.
Para mí la boda perfecta no es la que muestra el poder económico del que la prepara, sino la que muestra el poder de fluir en el más natural amor. No se trata de abrumar con un montón de detalles que más de una vez ponen a prueba los nervios de, hasta, los novios más calmados, por supuesto con el interés de que todo se vea perfecto. En síntesis se trata de impregnar de cariño hasta el último rincón de lo que estamos proyectando, empezando por el personal que participa sirviendo para que sean los embajadores del corazón de los protagonistas. Lo entrañable siempre llega directo al alma y nunca se puede comprar.
Cansado de ver a gente sufrir en sus propias fiestas decido: Detalles, Sí. Siempre que no sean una fuente de sufrimiento porque deseemos abarcar más de lo que nos da tiempo. Tu celebración no debe ser un escaparate de cacharros, en mi opinión y como lo vivo, debe ser un escaparate de alegría y gozo desde el mismo día que se piensa en organizar algo. Y si no llega a tiempo cualquier cosa, o se nos tuerce cualquier tontería… pasa página rápidamente o perderás minutos de tu especial evento, que por otra parte está lleno de los detalles más valiosos y únicos del mundo, tus seres queridos.
Sé consciente que ellos te acompañan con un solo objetivo verte FELIZ, no les niegues ese regalo por cualquier chorrada.
Por nuestra parte, intentaremos ser invisibles a los ojos, para dejarnos sentir en la bella alma de una buena fiesta…
Feliz día.
Autor del libro «De mayor… Quiero una familia como vosotros»
www.dejarhuella.org
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