Qué ganas de dejar claro ante todos que siempre somos los buenos.
Recuerdo que de pequeño a mi padre, especialmente, le gustaban y le gustan mucho las películas western, llenas de tiros y flechas.
Cada vez que veía una me daba cuenta de que había dos bandos bien diferenciados: los buenos que siempre llevaban las mejores armas, y los malos que iban semidesnudos y con ridículos arcos que hacían cosquillas al poderoso ejército organizado.
Los malos eran malísimos porque deseaban proteger las montañas sagradas donde vivían sus dioses y donde enterraban a sus seres queridos, porque protegían su alimento no esquilmándolo todo para las generaciones venideras. Sin embargo los buenos, son buenísimos porque desean llevar su riqueza a los otros confines del país. Aunque, ello suponga no dejar ni un solo malo en el camino…
La cultura de los buenos y los malos llega a nuestros días intacta, aunque ahora nuestras balas y flechas las hayamos sustituido por nuestros juicios y desprecios hacia otras personas.
Tenemos una imperiosa necesidad de separarnos de los malos a toda costa, porque, por supuesto, nosotros somos los buenos y tiene que quedar clarísimo para todos los que nos conocen.
Los malos de nuestra sociedad, por ejemplo, son los que roban a otros. Se les llama ladrones y si los pillan van a la cárcel.
Por otro lado, los buenos son los que se quedan con la casa desvalijada y sin sus posesiones, sin embargo, si tienen seguro y alguna facturilla de alguna posesión que no se han llevado, se la pasan al seguro de la casa, por supuesto, para que nos paguen también algo que no hemos perdido en el robo.
A estos también se nos llama ladrones pero como no nos pillan, les comentamos a nuestros vecinos solo la parte de los malos para seguir pareciendo los buenos, nos quedamos tan a gusto, siendo lo que somos… ¿los buenos o los malos?
Feliz día.
Autor del libro «De mayor… Quiero una familia como vosotros»
www.dejarhuella.org
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