La compañía de mensajería instantánea ya no puede leer los mensajes porque se almacenan cifrados, pero pueden acceder a los datos públicos para seguir colaborando en procesos judiciales
Whatsapp anunciaba el pasado martes que activaba el cifrado de extremo a extremo en sus mensajes, asegurando de esta forma que pasaban directamente de punto a punto (de emisor a receptor). Además, también explicaban que no se almacenaba ningún tipo de información en los servidores y que ninguna persona tenía forma de acceder a ellos. Sin embargo, un hacker puede acceder a cualquier conversación con sus procedimientos habituales: infectando el teléfono de su víctima con un troyano.
Lo más llamativo es que los mensajes sólo están cifrados cuando viajan hacia el receptor. Es decir, que en el propio terminal, tanto del emisor como de la persona a la que ha enviado el mensaje, todo se puede leer perfectamente si se accede remotamente (pirateando el terminal) a los archivos que almacenan las conversaciones, con lo cual, no estamos realmente protegidos de terceros.
Entonces, ¿de qué nos protege el cifrado de Whatsapp?
Nuestras conversaciones sólo están protegidas de los accesos o pirateos directos, los que se hacen mediante los canales de datos, ya sea vía WiFi, 3G o 4G, que son los más fáciles de realizar.
Además, hay otro punto que habí quedado en el aire desde un primer momento y que hay que puntualizar: cuando la información viaja de emisor a receptor, pasa por los servidores, dejando almacenados en ellos datos públicos que son accesibles a todo el mundo.
¿Por qué ocurre esto?
El caso es que existen dos tipos de protocolo de extremo a extremo, uno que sí es propiamente de emisor a receptor, como el de Telegram, y otro que tiene un intermediario: el servidor, como el de Whatsapp.
El procedimiento es complicado pero se puede explicar de forma sencilla: cuando alguien se registra en Whatsapp, genera unas claves públicas que lo identifican. Además, tiene una clave privada que es a la vez la clave de cifrado y la llave para leer mensajes cifrados. El receptor tiene lo mismo. Así, si alguien envía un mensaje, lo hace con su clave pública (tu identidad), lo que garantiza que sólo el pueda abrir el mensaje dado que únicamente esa persona tiene la llave privada. Cuando responda a ese mensaje, se procederá a realizar lo mismo en el sentido inverso, es decir cifrará con su clave pública y únicamente podra abrirlo la otra persona con su clave privada.
Pongamos un ejemplo básico que podría entender cualquiera: tu eres el único que tiene una llave con forma de manzana, y eso lo sabe todo el mundo, pero nadie puede robarte tu llave. Así que cuando yo envío mi mensaje con un candado en forma de manzana, sólo tu lo puedes abrir.
Pero eso no es todo: hay un momento en el que Whatsapp sí almacena la conversación cifrada en su servidor: cuando el receptor tiene el teléfono apagado.
Hasta que lo enciende, el servidor no lo entrega, lo retiene mientras tanto. Aunque el mensaje no es vulnerable en ese momento porque sigue estando encriptado, este punto es importante porque demuestra que sí se almacena la conversación en el servidor, algo que Whatsapp negaba en un primer momento.
Si todos los miembros de un grupo están en la última versión de Whatsapp, no habría nada que decir, los mensajes enviados en ese grupo si que estarían cifrados de extremo a extremo y no podrían ser hackeados, como decía anteriormente, por red de datos (sí con troyanos). Sin embargo, si alguno de los miembros no está actualizado, habría un agujero de seguridad en la conversación.
Esto es porque hay un canal que va sin cifrar. Así, aunque los demás miembros sí reciben su mensaje encriptado de punto a punto, hay uno que no, por lo que ese canal sería hackeable incluso a través de red de datos.
Que Whatsapp implantase este cifrado el pasado martes sería una reacción directa a los casos de juicios por protección de datos en los que las tecnológicas se enfrentan a las autoridades. Hablamos, entre otros, de la polémica del iPhone del asaltante de San Bernardino y de la detención del vicepresidente de Facebook de América Latina por negarse a revelar el contenido de unos mensajes de Whatsapp relacionados con un caso de narcotráfico. En el que alegaban que no poseían ese acceso, ya que Whatsapp, aunque es propiedad de la red social de Zuckerberg, funciona de forma independiente.
Lo que ocurre, es que Whatsapp había dicho al anunciar el cifrado de punto a punto que ahora no tendría ninguna potestad sobre los mensajes, y que no podría acceder a ellos ni siquiera por orden de las autoridades. Así, al igual que el almacenamiento en los servidores, esto es una verdad a medias que confunde en la lectura. Es cierto que no pueden leer los mensajes porque se almacenan cifrados, pero pueden acceder a los datos públicos que es una información que se suele pedir a menudo en procesos judiciales.
Así, Whatsapp podría seguir siendo llamado a colaborar en procesos judiciales cuando fuese por la necesidad de esos datos públicos, a pesar de que la compañía ha dejado caer en sus comunicados que ya no podría entregar información a petición de las autoridades.
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