Mateo Marco Amorós / Bardomeras y meandros
Joaquín Marín / Fotografía
Año Nuevo, riesgos viejos. Los de siempre que no queremos oír ni ver. Ante las Casandra, dotadas para la profecía, nos tapamos los oídos y cerramos los ojos. Lástima que Casandra haya pasado a la historia como agorera. Todo por advertir desgracias que iban a venir. No le ayudaron los dioses –Apolo, por ejemplo, privándole de la persuasión– porque los dioses estaban por otros. Pero lo que decía Casandra era verdad y la verdad despreciada trajo a Troya la destrucción. Así pasa con los informes que colectivos o particulares científicos traen sobre nuestro territorio. Cuando endulzan la realidad los aplaudimos. Cuando no, los denostamos.
Hace años –no se me olvida por la injusticia– al periodista David Pamies lo majaron con vilipendios sólo por recordarnos la vulnerabilidad de nuestro territorio ante los terremotos. Cruz y raya. Vetos. Sólo por recordarnos que el suelo que pisan nuestros pies puede temblar con peligro. Ahora igual a Jorge Olcina, catedrático en ciencia y conciencia, por evidenciar el peligro de nuestras costas, de nuestras ramblas, de nuestros ríos. Algunos «troyanos» de turno lo presentan como ave de mal agüero. Y que si el turismo, las banderas azules y… Bonito todo. Que es injusto jugar con nuestro pan.
La evidencia de los riesgos naturales no agrada a quienes vivimos en los espacios amenazados por ellos. Pero no apreciarlos es como el niño que cree que conjura el peligro cubriéndose la cara con las manos. El «no-estoy». Pero sí que estamos. Por ejemplo, estamos cansados de sacar cubos achicando el garaje comunitario cuando las lluvias intensas. Cada vez más frecuentes. Sumándole el agravante de las chapuzas urbanísticas consentidas o desdeñadas por quienes teniendo que velar por nuestra seguridad no quieren ver los peligros.
Hace años en otro lugar, un concejal, ante una inundación y los desastres que trajo, dijo que había llovido mucho. Otros vienen agarrándose al cambio climático como capa que todo lo tapa, excusa para la inacción. Si cambio, más motivo para saber qué está cambiando en el espacio donde vivimos empapados y estremecidos. Alguna vez habrá que atender la voz de Casandra. Porque acierta.
Deja tu comentario