El Cabildo Catedralicio instala un cerramiento acristalado en el acceso a la última planta para dar mayor seguridad a los visitantes
Las visitas guiadas a la Torre de la Catedral de Orihuela ya forman parte del circuito turístico que la ciudad ofrece a quienes vienen hasta la capital histórica y patrimonial de la Vega Baja. La apertura de la atalaya suponía un hecho muy esporádico y, casi siempre, relacionado con eventos culturales de la ciudad.
Cada vez que la torre se ha abierto al público han sido centenares las personas las que han pasado por la atalaya. Lo que ha llevado al Cabildo de la Diócesis a apostar por esta construcción dentro de un circuito artístico y patrimonial en el que también debe visitarse el Museo de Arte Sacro, el convento de Santo Domingo o la propia Catedral del Salvador.
El Cabildo ha hecho recientemente una inversión en el acceso a la última lanta de la torre, donde se ha instalado un cerramiento acristalado para otorgar más seguridad a las personas que acceden hasta el punto más alto de la atalaya. Unas mejoras a las que esperan sumar pronto la instalación de una cuerda que proporcione mayor estabilidad a la hora de subir los escalones, como ya se hace, por ejemplo, en el campanario de la Catedral de Valencia.
Las visitas pueden realizarse de martes a sábado en horario de 10.30 a 14.30 horas y de 16.30 a 18.30 horas. Siempre con un guía como acompañante y con grupos de cinco personas como mínimo, y veinte como máximo.
La ruta guiada lleva al visitante a conocer la historia de la torre, que data los inicios de su construcción entre los siglos XIII y XIV y es la parte más antigua de la seo oriolana.
La visita comienza entrando por Puerta de Las Cadenas donde a escasos pasos se encuentra la puerta de madera que da acceso a la escalera de caracol de sillería gótica que asciende por el interior del campanario. La torre del edificio más importante que posee la Diócesis de Orihuela-Alicante. A lo alto de los 132 escalones que separan el suelo de las vistas del ‘cielo oriolano’ se pueden recorrer las cuatro plantas que componen la construcción siempre con la Historia y anécdotas que rodean al edificio contada por guías turísticos.
Apenas se suben unos escalones se llega a la primera planta que alberga una pequeña sala que durante la ‘Guerra de los Pedros’ (Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón) en el siglo XIII sirvió como prisión. En un espacio pequeño se llegaban a hacinar hasta quince personas en las condiciones de higiene de la época. Algunos grabados en la pared atestiguan la presencia de los presos en el lugar: ‘Con razón o sin razón nunca entre en prisión’, reza un graffiti.
De nuevo se toman las escaleras para guiar los pasos hasta la segunda planta, conocida como ‘la Sala del Reloj’ porque en ella se conserva la maquinaria antigua del reloj de la torre, fechado del siglo XVII y que es una réplica del existente en la cercana Iglesia de las Santas Justa y Rufina.
Maquinaria del reloj
En el tercer piso comienzan a divisarse unas espectaculares vistas de la ciudad y, además, se encuentran las campanas sacramentales que anuncian ceremonias o eventos importantes que se celebran en la Catedral. También llama la atención aquí la existencia de la matraca original de la Iglesia del Salvador que, aunque actualmente está en desuso, está en buenas condiciones y solo habría que hacer unos ajustes para poder utilizarla.
El último tramo por las escaleras nos lleva hasta lo más alto de la atalaya donde se puede contemplar Orihuela a los pies. Desde este punto se aprecia la evolución de la ciudad desde el medievo hasta la actualidad, con la montaña de San Miguel, la muralla, el río y las dos calles principales de la época (calle Mayor y calle Feria).En esta última planta se sitúa la campana que marca las horas.
Si el día está despejado es posible contemplar la Catedral de Murcia, situada a unos 20 kilómetros de distancia. Un propósito que consiguió el Obispo Mateo Lang que cuando inició las obras de la seo murciana tenía como empeño que la silueta de la torre fuera visible desde Orihuela como símbolo de dominio, ya que por aquel entonces la ciudad oriolana aspiraba a tener una Diócesis que más tarde acabó por ser suya.
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