La tierra sin nombre

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Me resulta muy chocante comprobar cómo utilizamos la historia para remontarnos a los principios de lo que deseamos justificar. Algunos actos históricos son para demasiados de nosotros el ADN de nuestra propia vida. A pesar, de que en el momento actual no aporten nada enriquecedor a nuestra rutina diaria.

La única explicación que le doy a tanta indagación para buscar los orígenes de nuestro pueblo, estado, nación, etc. llámese como se llame, es el de darle un sentido a nuestra identidad. ¿Es posible que estemos tan huecos por dentro, que sin la etiqueta que te defina como perteneciente a cualquier comunidad no seamos nada? En definitiva me pregunto: ¿si necesitamos pertenecer a un colectivo, llámese como se llame, por miedo a no ser nada? ¿Por terror a sentirnos desprotegidos? Si es así, el miedo es la verdadera arma que nos hace esclavos ¿no?

Ese planteamiento, sí daría sentido a nuestra persistente caza dentro de la historia para agarrarnos a lo que pensamos que son los orígenes de nosotros mismos, por miedo a no vivir nuestra vida en libertad. Aceptando del todo existir en la más profunda inconsciencia de esta peligrosa falsa que nos encarcela mentalmente; que inexorablemente es la causante de la creencia que nos lleva a reivindicar, si es necesario por la fuerza, el derecho a ser lo que nos hemos imaginado que somos; uniéndolo, a la exigencia de atesorar lo que nos han dicho que nos pertenece por considerarnos parte del grupo de turno que nos identifica.

Sin embargo, ¿por qué no nos remontamos más en la historia? Sí, más, más… Cuando la tierra no tenia nombre de países, de estados, de comunidades, etc. Donde las fronteras eran como lo son ahora, imperceptibles para el ojo humano. No te has dado cuenta que sin el cartel que te encajona en la separación humana, que sin el concepto aprendido, cambias de nación y sigues en la misma, pues en definitiva sigue siendo tierra, ríos, montañas, mares, mesetas, etc integrado todo ello en una sola nación y nacionalidad; y además, es de todos al mismo nivel. Ni tan siquiera diré el nombre de la nación que nos engloba a todos para no etiquetarla. ¡Es genial! que cada uno la llame como quiera y nadie se pueda sentir herido por ello. Quizá lo pueda resumir con un refrán de los indios americanos, que tenían claro que lo que pisaban no les pertenecía: “la tierra es un regalo de nuestros padres, y la herencia de nuestros hijos”.

Para concluir, indaguemos profundamente en nosotros, ¿por qué necesitamos sujetarnos a una identidad, sin sentido alguno, que solo ha traído guerras entre identidades para que cada individuo se sienta alguien? ¿No nos estaremos manipulando a nosotros mismos? Yo por mi parte tengo muy claro que desde el momento que necesito identificarme con alguien para ser yo, mi verdadero SER  será la primera víctima de la guerra que se avecina.

No es para nada necesario en nombre de la paz, luchar por lo que está en PAZ permanente… LA TIERRA SIN NOMBRE DE TODOS.

tequiero@benitoalcaraz.com

 

Autor del libro «De mayor… Quiero una familia como vosotros»
www.dejarhuella.org

 

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