Javier Molina, profesor del CEU en Elche, y experto en el tratamiento de pacientes mediante técnicas de termografía, reconoce las ventajas de su uso en la detección de posibles casos de Coronavirus, pero advierte de que hay factores que pueden afectar a la fiabilidad de las mediciones
Con motivo de la pandemia del coronavirus, el uso de aparatos de termografía para medir la temperatura de las personas en el acceso a recintos, como aeropuertos, colegios o supermercados, ha puesto en valor esta técnica que lleva utilizándose en distintos campos, más allá del sanitario. Sin embargo, esta técnica, que presenta muchas ventajas, está condicionada por una serie de factores, tanto ambientales, como de las propias personas a las que se mide, como advierte Javier Molina, profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera en Elche y experto en el análisis de imagen ecográfica, quien insiste que se trata de una técnica de cribaje y no de detección de infectados por el COVID-19.
Según Molina, profesor del grado de Fisioterapia y en el título de Experto en neuromodulación percutánea y técnicas invasivas del CEU de Elche, y que trabaja desde hace tiempo en diversas líneas de investigación centradas en termografía aplicada, “debemos tener en cuenta que se trata de un instrumento de cribaje, es decir, que una elevada temperatura corporal no garantiza que una persona esté infectada; no es un instrumento diagnóstico. Lo que si facilita es el cribaje para que, posteriormente, sobre lo detectado, se empleen los medios oportunos de retest de temperatura in situ, o si corresponde otras pruebas oportunas por parte de los sanitarios”.
Para este experto Universitario en Prevención y Readaptación físico-deportiva, que trabaja entre otros, en CHP Hauteville-Lompnes, hospital referente franco-suizo en traumatología deportiva de atletas de élite, la termografía puede ayudar, y mucho, en la lucha contra el COVID-19, pero “hay que ser cautos y conocer las limitaciones” de una técnica que permite mediciones sin contacto, pero que está condicionada por factores de influencia que, en cierta manera, van a contaminar esa medición de temperatura y van a reflejar la temperatura más o menos alejada de la realidad.
Entre esos factores se encuentra el propio sujeto sobre el que se realiza la medición. “Por ejemplo, si ha utilizado crema en la cara, si ha tomado alguna sustancia excitante como el café, o si ha realizado ejercicio físico previo. Estos factores no los vamos a poder controlar en un escaneo sobre masas. Otros factores que también se suman son los ambientales como, por ejemplo, la temperatura inadecuada de la sala donde se va a realizar esa termografía, si hay presencia de focos de calor o de frío, como la calefacción de la sala, si hay puertas de salida al exterior, el aire acondicionado, etc”, asegura Molina.
Y es que, no hay que olvidar, insiste este experto, que la piel humana no refleja fielmente la temperatura interna de la persona. Según diversos estudios, la medición en el canto interno del ojo es la que más se aproxima, “por lo que debemos centrar la medición justo en ese punto. Y no todas las cámaras valen. Hay unos requisitos, unas características mínimas que deben cumplir las cámaras para este tipo de uso y hay que tener en cuenta que la instalación de la cámara debe realizarse bajo unas condiciones adecuadas, con una distancia, con un ángulo de enfoque específico, dependiendo de la óptica y del tipo de resolución de la cámara”, advierte.
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