La Plataforma de Profesores por la Libertad Lingüística califica como una «gran victoria» la nueva Ley de Libertad Educativa

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Opinión: «Esta ley es el primer freno y marcha atrás frente a la disgregación de España en comunidades cerradas y frente a la discriminación de los hispanohablantes por parte de los nacionalismos excluyentes»

La Plataforma de Profesores por la Libertad Lingüística califica como una «gran victoria» la nueva Ley de Libertad Educativa. La PDLL desea expresar su opinión respecto a la recientemente promulgada Ley de Libertad Educativa:

En primer lugar, decir que se trata de una gran victoria. Basta ver la reacción hiperventilada de los partidos, sindicatos y asociaciones pancatalanistas y de otros nacionalistas periféricos para darse cuenta de que la llamada «ley de libertad educativa», aun siendo este título una exageración, es un golpe en la línea de flotación de las políticas identitarias.

Esta ley es el primer freno y marcha atrás frente a la disgregación de España en comunidades cerradas y frente a la discriminación de los hispanohablantes por parte de los nacionalismos excluyentes.

Esta ley supone la ruptura de la Comunidad Valenciana con el proyecto (muy avanzado) del gobierno del Botanic para la integración de nuestra comunidad en los siniestros e inexistentes «países catalanes».

Hemos expresado muchas veces que toda la estructura de inmersión obligatoria en el catalanismo se basaba en el requisito lingüístico, que actuaba como señuelo, chantaje o trampa: si quieres trabajar en la Comunidad Valenciana necesitas el valenciano, aunque se trate de una vulneración de derechos flagrante. El diablo está en los detalles.

Paradójicamente, la clave de todo en esta ley, probablemente, sea una casilla, una simple marca en la matrícula de cada alumno, donde pueda señalar cuál es su lengua materna o, para ser exactos, que los padres puedan elegir la «lengua base»; es decir, la lengua en la que quieren que sus hijos sean educados.

Los nacionalistas agrupados en el Botanic que encabezaba el PSOE, aborrecen la libertad y, especialmente, la libertad de elección de lengua, porque quieren imponer su lengua a los demás. No quieren que se sepa cuál es la voluntad de los valencianos sobre la lengua de enseñanza. No son demócratas.

Esta ley empieza a revertir el borrado del español en la enseñanza, por donde la ley y el gobierno anteriores caminaban con paso firme. El español, idioma materno de la mayoría de los valencianos, se estaba intentando eliminar, por la administración política, de todas partes: en la carcelería, en los nombres de los pueblos, instituciones y comercios, así como en los centros educativos, verdadera avanzadilla de este proyecto discriminatorio y disolvente.

Llevamos mucho tiempo denunciando junto con otras asociaciones y particulares que cada vez se daban menos asignaturas en español, que se eliminaba de las comunicaciones internas o con los padres y que, en general, se procuraba su exclusión del espacio público

Esta ley pretende recuperar las comunicaciones en las dos lenguas propias de la Comunidad Valenciana, la rotulación en las dos lenguas, y la posibilidad de padres, alumnos y profesores de usar cualquiera de ellas hasta donde sea razonable.

Es también el fin de una de las mayores atrocidades contra los niños pequeños, de la que poco se ha hablado: la inmersión lingüística en valenciano en infantil. Precisamente en aquella etapa donde más importante es la enseñanza en la lengua materna. No nos cansamos de repetir que deroga leyes de aliento totalitario.

En líneas generales, pues, es un logro que acerca al cumplimiento de los derechos constitucionales, donde se dice que el conocimiento de la lengua regional es siempre un derecho, y nunca un deber.

A los valencianos nos aleja de esta locura colectiva que acepta que un ciudadano no pueda ser educado en la lengua oficial de su propio país, algo inaudito en cualquier otra parte del mundo.

Valorando este paso adelante en la senda de la cordura, tampoco podemos dejar de lamentar las oportunidades perdidas para hacer algo mejor. Para empezar, la verdadera libertad de elección de lengua, porque hay que decirlo, los alumnos estarán obligados, con unos porcentajes variables en cada etapa, a dar casi la mitad de las horas en otras lenguas.

Esta ley no abandona el inadecuado modelo del plurilingüismo, que ya está en retroceso en otras comunidades autónomas. Siempre hemos defendido que la enseñanza de asignaturas vehiculadas en otra lengua distinta a la materna deber ser voluntaria, y nunca forzada, porque no a todos los alumnos les viene bien. Y esto no se cumple ni con el inglés, ni con el español, ni con el valenciano.

Tampoco defendemos que se persista en la separación de la Comunidad Valenciana en zonas castellanohablantes y zonas valencianohablantes. La libertad de elección de lengua, es decir, la posibilidad de elegir entre una educación netamente en español, otra netamente en valenciano y tal vez una tercera línea mixta, hubiese permitido que todos los alumnos tuvieran las mismas oportunidades. Esperamos conseguirlo en el futuro.

Sobre la exención del valenciano en las zonas castellanohablantes ya nos hemos pronunciado varias veces: es necesaria como un escudo frente a su imposición, que no ha dejado de ser una amenaza. Esta ley respeta la exención eliminando las asignaturas vehiculadas en valenciano, excepto la propia asignatura de lengua valenciana, y pone fin a la obligación para todos los alumnos de examinarse de valenciano en la PAU programada por el anterior gobierno. Sin embargo, no la respeta marcando la obligación de los alumnos de «asistir a clase de valenciano y participar activamente en ella».

La obligación de asistir y participar en clase de valenciano entra en conflicto con el derecho del alumno a la exención de «aprendizaje y uso» que marca una ley más alta, el Estatuto, y consideramos que puede ser fuente de conflicto escolar.

La suavización, que no eliminación, del requisito lingüístico es otro paso adelante que queremos resaltar. La idea de reconocer automáticamente niveles de valenciano según avanza el alumno en la asignatura, hasta incluso reconocer el C1 para aquel alumno que saque un 7 en bachillerato o en la Prueba de Acceso a la Universidad, elimina muchas trabas, pero de nuevo, no a todos, y desde luego, no a los que vengan de otra parte de España o del extranjero a vivir entre nosotros. El requisito sigue siendo un error aunque se haya atenuado y contradice la igualdad entre españoles.

De estos temas tuvimos la oportunidad de discutir con representantes del PP y Vox una vez elaborado el borrador de la ley y no antes, como hubiera sido deseable. Pudimos presentar enmiendas, y hemos visto algunas aceptadas, como la concerniente a la Prueba de Acceso a la Universidad, la propuesta de que se dé Conocimiento del Medio en la lengua base (parcialmente está) o la de elección de la lengua en la que se hacen los exámenes, que también propusieron otras asociaciones. Ahora esperamos poder seguir en diálogo con la Consejería de Educación para conseguir que, en el desarrollo de la ley, se siga suavizando el requisito lingüístico y se promocione la educación en lengua materna, entendiendo que con ello contribuimos a una educación inclusiva y de calidad y a que la Comunidad Valenciana no se convierta en una sociedad cerrada y antipática para las familias. Haremos lo posible para que las buenas palabras se conviertan en hechos.

“Cuando penséis en España, no olvidéis ni su historia ni su tradición; Pero no creáis que la esencia española os la puede revelar el pasado (…). Un pueblo es siempre una empresa futura, un arco tendido hacia el mañana”. (Antonio Machado, Juan de Mairena, 1936). Los nacionalistas y quienes, sorprendentemente desde la izquierda, les siguen en sus ensoñaciones míticas de una sociedad ideal y pura, no han leído a nuestro gran poeta o no lo han entendido. Las sociedades son dinámicas, cambiantes, y ese afán de normalización, de vuelta a la aldea común, es pura reacción, xenofobia y miedo al otro. Confiamos en que se seguirá avanzando en la senda de la libertad y que ser valenciano no suponga someterse a las obsesiones arbitrarias de nadie.

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