Por todos son conocidas las semanas después de las elecciones de conversaciones, contactos y negociaciones que los representantes políticos han mantenido para investir a este u otro como alcalde y presidentes en cada uno de los municipios y comunidades que tenemos en España. Aunque en algunos casos se asemejaba a una partida de ajedrez sin final con la entrada de nuevos partidos a escena, las negociaciones han llegado a su fin.
Con los resultados en la mano de los pactos que se han realizado en estos comicios, se nos abre un nuevo paradigma político con tripartitos, cuatripartitos y pentapartitos en algunos casos para formar gobierno de parlamentos y ayuntamientos. Como no puede ser de otra forma, los mercados han estado expectantes a los movimientos que se iban desarrollando en todo el panorama nacional, porque pensar que la economía y la política caminan por senderos paralelos sería un error. Por lo que nos encontramos en un momento de “incertidumbre”. (Dígase a situación de falta de conocimiento seguro o fiable sobre una cosa, especialmente cuando crea inquietud a alguien…)
Muchos somos los que nos preguntamos: ¿cómo puede afectar este ruido y alboroto político a la economía nacional o regional? Parece ser que inmobiliarias, constructoras, banca y eléctricas han sido las primeras en sufrir en los mercados la fragmentación política debido a la percepción de frenada en la entrada de capitales, a la incertidumbre regulatoria, a las posibles dificultades de financiación y a las dudas sobre la normativa de la vivienda.
Estos datos pueden parecernos significativos en la asignatura de macroeconomía aplicada, pero si analizamos a la pyme y a los emprendedores, estoy seguro que todos ellos defienden a ultranza un entorno de estabilidad política, en donde la legislación acordada y consolidada se respete. Ya que necesitamos que se nos allane el camino, y no que coloquen piedras.
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