Mateo Marco Amorós / A cara descubierta
Joaquín Marín / Fotografía
No nos hicimos historiadores para juzgar a nuestros antepasados. Ni siquiera para hacerles el mínimo reproche. Nos hicimos historiadores para, conociendo el pasado, conociendo a nuestros antepasados, conocer mejor nuestro presente y a nosotros mismos. En definitiva para conociéndonos en el pasado, conocernos mejor. Saber quién somos y cómo somos, sabiendo de quien y de donde venimos. Por todo ello, enseñando Historia, lejos de nosotros el pretender crear partidas de linchamiento contra lo acontecido y sus protagonistas. Lejos el enfrentar de nuevo a nuestros abuelos. Cosa que parece estar de moda.
En más de una ocasión hemos escuchado al profesor Antonio Escudero, catedrático de Historia Económica en la Universidad de Alicante, afirmar lo necesario del conocimiento histórico para entender el presente que nos muestra un periódico. Tiene más razón que un santo. El problema es que apenas leemos el periódico. Nos informamos a golpe de twit o de facebook y no profundizamos en las noticias o en la opinión como cuando leemos en papel impreso. Nos documentamos menos y, por ende, reflexionamos menos. Es el coste de informarnos mediante píldoras de titular y acaso ladillos.
Y a esto insuficiente, cuando los artículos se trufan de referencias a hechos históricos o pretenden ser divulgación de los mismos, lo relatado se utiliza como azagaya, como arma punzante y arrojadiza. Con la intención de contrarrestar y herir a contrarios. Esto es un uso perverso de la Historia. Porque por facciones, sobre determinados acontecimientos, unos ponen énfasis en unos hechos, otros en otros. Arrimando las ascuas a sus sardinas ideológicas. Es el «y-tu-más» del debate sobre la corrupción llevado al debate historiográfico. Analizando los hechos pasados con intereses políticos actuales y particulares. Un error sacando punta. Afilando el dolor.
Herederos todos de lo anterior, deberíamos ser más humildes y aprender de los errores del pasado para no repetirlos, potenciando los aciertos. Y mira que nos lo advirtió el historiador Ricardo García Cárcel. Pero no hacemos caso: «La historia –dijo García Cárcel– no sirve para descalificar, pero tampoco para legitimar gratuitamente, sólo puede servir para aprender a evitar errores pretéritos. Lo que no es poco.»
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