Javier Sabater, vecino del Raiguero de Bonanza, halló una pequeña campana de bronce en mitad de la riada que asoló la pedanía
Por Juan Francisco Cayuelas Grao
El 12 de septiembre de 2019, sobre las once de la mañana, unas fuertes lluvias provocadas por una gota fría o DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) cayeron durante un par de horas sobre el Raiguero de Bonanza, al igual que sobre Orihuela y buena parte de la Vega Baja. El día siguiente amaneció con otra fuerte tormenta, cuyas copiosas aguas volvieron a arrastrar piedras, tierra y todo lo que encontraron a su paso. Los barrancos bajaron como nunca en esta pedanía oriolana. Como consecuencia de estas riadas, el río Segura se desbordó en varios puntos, entre otros, en el centro de Orihuela, toda la huerta quedó totalmente anegada. Se calcula que, con sus más de quinientos litros por metro cuadrado, fue la riada más catastrófica que ha asolado la zona desde la Riada de Santa Teresa en 1879.
Javier Sabater Cerezo se encontraba trabajando en su taller cuando le sorprendió la tormenta del día 12 (día del Dulce Nombre de María, onomástica de su madre, hermana y sobrina). Su taller está en los bajos de la casa de su padre, junto al barranco llamado de «el carpintero», justo cuando este termina en la carretera nacional. En esta calzada, cerca de su taller, los sedimentos arrastrados ladera abajo se fueron depositando formando una verdadera montaña que alcanzó más de dos metros de altura. Cuando amainó la tormenta, Javier, al igual que otros muchos vecinos, salió a contemplar las consecuencias de lo ocurrido. Se subió al gigantesco montón de piedras que había en la carretera y fue entonces cuando encontró una pequeña campana de bronce.
La campana solo conservaba el cuerpo, no tenía ni badajo ni ningún tipo de mango (si es que alguna vez lo tuvo) y estaba muy sucia y oxidada, además de presentar pequeñas abolladuras fruto de su azaroso viaje. La campana tenía en la parte superior un pequeño asidero de un par de centímetros con un agujero en el centro de 3 o 4 mm de diámetro, y media 9 cm de ancho en la boca y 7,5 cm de altura sin contar el asa.
Javier le llevó la campana a su cuñado Juan Francisco Cayuelas Grao, por ser este músico y auroro, y creer que sería la persona ideal para valorar su hallazgo. Juan Francisco quedó asombrado del descubrimiento y contactó con Celestino Soler de la empresa «Tradición en Relojes de Torre y Campanas» de Puente Tocinos (Murcia), quien, sensibilizado con la historia de la campana, se ofreció a limpiarla y ponerle un badajo de manera desinteresada.
Ya limpia y recuperada su voz, que por cierto es de sonido dulce y claro, y ligeramente más agudo que la de la campana antigua que conservan los Auroros de «La Cruz», Juan Francisco habla con su hermano Ramón (también auroro) y le pide su ayuda para dotarla de un mango con el fin de poder usarla como campana aurora. Víctor, de la
ferretería «Viangea», conmovido por la historia, les proporciona de forma gratuita un mango de madera que ellos adaptan al asidero de la campana con la ayuda de un remache.
Por último, Juan Francisco diseña la siguiente inscripción: «Dulce Nombre de María. 12-9-2019» que Ramón graba a fuego en el extremo del mango. Celestino Soler, por el tipo de asa que presentaba la campana, sugirió la hipótesis de que esta hubiera formado parte de una rueda de campanas. Estas se usan para, con su repiqueteo, llamar a los fieles al templo o como señal de júbilo cuando algún acontecimiento o acto lo requiere. Todavía existen ruedas de campanas en algunos templos como la catedral de Orihuela.
Como el único «templo» que hay en las proximidades del citado barranco es la pequeña ermita de «La Cruz», es posible que esta hubiera contado con uno de esos instrumentos en sus inicios, durante la segunda mitad del siglo XIX o principios del siglo XX, cosa, por otro lado, poco probable. Juan Francisco apunta la hipótesis de que pudiera haber sido una campana de mano de auroros perteneciente a alguno de los primeros maestros campana de los Auroros de «La Cruz».
Algunos de los auroros más antiguos de los que se tiene noticia, miembros de las sagas de los «Sordos», los «Pascualetes» o los «Ferrández» por ejemplo, vivían en las inmediaciones de la ermita de «La Cruz» y, por tanto, del barranco de «el carpintero». No es descabellado pensar que a la campana se le pudo haber roto el badajo y que su dueño, ante la incapacidad de poder arreglarla por no contar con las herramientas apropiadas, la tirara al basurero por excelencia de la época: el barranco. Al fin y al cabo ¿para qué sirve una campana si no suena? Con el paso del tiempo, nuestra campana se habría ido cubriendo por tierra y otras basuras, eventualmente habría perdido el mango, y habría permanecido oculta hasta que estas lluvias torrenciales han socavado el lecho del barranco y la han sacado a la luz.
Después de los muchos desastres materiales y personales (incluidas cinco vidas humanas) que provocó la Riada de Santa María, el hallazgo de esta pequeña campana pone un pequeño rayo de luz y esperanza en esta página tan negra de la historia de nuestro pueblo y nuestra comarca. Esperemos que a partir de ahora también aporte un nuevo toque
sonoro en las actuaciones de los Auroros de «La Cruz» del Raiguero de Bonanza.
La campana «Dulce Nombre de María» será bendecida por el párroco D. José Francisco Pastor Teruel, en la iglesia parroquial de San Joaquín y Santa Ana de Raiguero de Bonanza, el 2 de noviembre de 2019, durante la Misa en memoria de todos los Difuntos cantada por los Auroros de «La Cruz».
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