Mateo Marco Amorós / A cara descubierta
Joaquín Marín / Fotografía
En el último desfile de las Fuerzas Armadas, el del día doce de octubre, día de la Hispanidad, el paracaidista que llevaba la bandera de España, aterrizando, se estrelló contra una farola. Afortunadamente el accidente quedó en anécdota y no en desgracia. Fue un golpe seco. De bandera estrellada. No queremos ver, en el infortunio, presagio de males. Siendo la bandera símbolo de unión de la Nación, no quisiéramos que ese estrellarse anunciase futuros funestos. Que no fuera metáfora de una realidad confrontada, la de una Nación que choca contra duro metal infranqueable.
Apreciamos las banderas por lo que significan para las gentes que las enarbolan. Vemos en ellas, ya lo hemos dicho, símbolo de unión. Cuanto más amplia sea esa unión, cuanto más mundo integre, mejor. Entre las banderas que por su estética nos gustan –sobre esto ya escribimos cuando «Desde la Ocarasa» comentamos contra nacionalismos– está desde nuestra infancia la de Brasil. Con su verde verde. Con su amarillo amarillo. Con su esfera azul de cielo celeste constelado y esa banda con el lema ORDEM E PROGRESSO. También desde nuestra infancia hemos apreciado la bandera de Canadá. Blanca y roja. Roja y blanca. Con su hoja de arce roja roja. Y también han sido otras. Entre ellas la senyera; amb blau y sense blau. Y la ikurriña. La ikurriña que tenemos la compramos en los años de la Transición. En Loyola, Azpeitia, Guipúzcoa. Lugar de hospitalidades.
Estimando las banderas como símbolo de unidad, nos duele el golpetazo de la bandera estrellada. Nos duele el dolor del paracaidista. Solidarizándonos con él. Su rostro de dolor y tristeza es nuestro rostro de dolor y tristeza por una bandera estrellada.
Hay quienes ven en las banderas trapo. Otros, sabiendo lo que significan para mucha gente, las desprecian quemándolas. A nosotros nos duele esto, viendo en la chamusquina de cualquier bandera, el anhelo de unión de muchas personas, sus ilusiones, consumiéndose en las llamas. Nos duele esto porque apreciamos las banderas. —Las patrias te llamaron con todas sus / banderas —cantó nuestro poeta al soldado internacional. Con todas sus banderas. Con todas.
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