Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro
Joaquín Marín / Fotografía
Cuatro décadas casi, trabajando en una profesión compartida con muchos compañeros, dan para muchas despedidas por jubilación. En este tiempo hemos tenido el honor de oficiar de maestro de ceremonias dirigiendo algunas palabras agradecidas para quienes cumplida su labor les cabía la despedida. Como la puñetera pandemia nos privó en su tiempo de honrar a otras personas como se merecían, sirvan estas letras, con el permiso de la compañera Manoli Martín Antequera, profesora de Ciencias Naturales en el IES Paco Ruiz de Bigastro, para homenajear también a quienes le precedieron en su nueva condición. Pero…
Cuatro décadas casi, trabajando, condicionan nuestra perspectiva en el acto. Si hace años hablábamos desde el puesto del que se queda, actuando como esos diligentes botones de un gran hotel que abren las puertas de un taxi a los que marchan, despidiéndoles con afecto y retomando sus ocupaciones con alegría, ahora notamos que nos toca proceder como el huésped que maletas en consigna, despidiendo también al viajero, espera el próximo taxi. Mirando el reloj para no perder el vuelo. Huésped que, tomando la voz al personaje de «La lluvia amarilla», novela de Julio Llamazares, empieza a sentir el tiempo detenido y discurriendo en sentido contrario. Si ayer mirábamos principalmente a los mañanas, ahora las mañanas nos incitan a mirar los ayeres. Peligrosa tentación, que no quiero para Manoli ni para nadie, la de considerar meta definitiva lo que ha de ser principio de nuevos horizontes.
Para evitar esa tentación, mejor acudir a la sabiduría de los clásicos. Como nos recuerda siempre la compañera María Ángeles López Felipe. Sírvanos entonces la alegría de Plinio el Joven ante el retiro de Quinto Pomponio Baso aplaudiéndole mediante carta sus quehaceres: ejercicio físico, frecuentes charlas, asistencia a lecturas públicas, lectura particular, seguir aprendiendo…
«Me pregunto –concluía Plinio– cuándo me será permitido, cuándo será correcto que mi edad me permita imitar ese ejemplo tuyo de hermoso retiro; cuándo mi aislamiento no recibirá el nombre de pereza, sino más bien el de tranquilidad». Pues eso yo mismo, estimada Manoli, también me pregunto: cuándo para mí, como tú merecidamente, esa tranquilidad provechosa.
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