Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro
Joaquín Marín / Fotografía
Recordons! es interjección espontánea que pronuncian los personajes de Blasco Ibáñez en «Cañas y Barro». Hasta el cura. «Y si alguien contestaba alegando su miseria, indignábase el cura, soltando un taco redondo. Recordons!». Delicadeza del escritor para evitar la expresión «recollons».
El psicólogo Buenaventura del Charco Olea no se ha andado con remilgos para titular su libro editado por MR: «Hasta los cojones del pensamiento positivo». Tampoco escatima exabruptos al bautizar las partes. En la primera reza: «Por qué el pensamiento positivo es pernicioso, iatrogénico y, en general, una buena mierda». En el discurso explicará que «iatrogénico» es algo que nos hace daño. La parte segunda propone: «Alternativa al postureo actitudinal positivo (o cómo tratarte con decencia en vez de hacer el gilipollas)». Además, en esta parte el capítulo cinco se titula «Fóllate la vida». Esto es, lo políticamente incorrecto en títulos y narración. Una narración ágil, desenfadada y sincera que no escatima palabros.
Buenaventura del Charco, como Cristo en el templo contra los mercaderes, entra con látigo; aquí, el de un lenguaje sin escrúpulos ni exquisiteces contra los vendedores de soluciones fáciles, contra los charlatanes especuladores del elixir «happy happy», los del cataplasma del «good vibes», las buenas vibraciones, los del buen rollito. El libro, inteligente, es un alud provocador, un tábano que punza para que no nos quedemos quietos. Espuela que espolea para evidenciar que podemos y debemos aprender del fracaso, que tenemos que asimilar el hecho de poder estar mal, que hay que soportar y saber aceptar el dolor. Porque la realidad no es solo el vaso medio lleno, la realidad total es el vaso medio lleno y medio vacío. «Vivimos en una sociedad que le tiene pánico al malestar», escribe Buenaventura.
Cuando a partir del suicidio del escalador Hemming escribíamos ayer sobre las montañas difíciles o hasta infranqueables, cuando denunciábamos la sociedad pacata en la que vivimos por pensar que todo es camino de rosas, sonaban ecos del libro de Buenaventura del Charco. Libro que respeta el derecho de la gente «a estar mal cuando le ocurren cosas jodidas». Que reivindica poder llorar. ¡Recordones, poder llorar!
Muy acertado.
Añado que, cuando empecé axestudiar valenciano, nuestra profesora nos decía que… Una de las mejores cosas del valenciano eran los tacos.
Por algo será.