Laura F. / A propósito de…
En la Constitución española, en el Título I, recoge los “Derechos y Deberes fundamentales” de los españoles, en el art. 20, apartado primero, se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. Y nos preguntamos los ciudadanos: ¿Hasta dónde tiene o debe llegar esa libertad? Según la RAE es: La facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera u otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Respetando su propia conciencia. Es la posibilidad decidir por nosotros mismos. Pero claro, esta definición está pensada para personas que tiene sentido del “deber ser”, no para aquellas que entienden la libertad como la facultad de hacer y decir lo que se quieres sin tener en cuenta el daño causado al “otro” en su dignidad y honor. Es decir, hacer lo que le venga en gana sin tener el cuenta que la medida de su libertad está delimitada por los derechos de los demás. Hoy día, en nuestra sociedad española, la Constitución nos la pasamos por el forro, y va desde cuestiones muy graves como es el caso del derecho a una vivienda digna, dándose el caso de desahucios por falta de información y formación para entender las cláusulas, condiciones laborales, etc., y como es natural, en esto de la libertad no va a ser menos. Por ejemplo, el derecho al descanso. ¿Cuántas veces hemos oído las protestas de vecinos que “tienen derecho al descanso” y por tener un bar o similar, no puede pegar ojo por el escándalo que se mueve hasta altas horas de la madrugada? Muchas. ¿Verdad? ¿Y ocurre algo? ¿Se soluciona? Pues no. Y así multitud de situaciones y mucho más graves en el uso y disfrute de la libertad. Nuestro compromiso en cuanto a leyes y normas de conducta están tan relajados que sólo funciona si se nos amenaza. Hemos pasado de un extremo a otro y, como siempre, tanto en el uno como en el otro caemos en la ofensa, la falta de respeto, la chabacanería, el buen gusto y hasta la ofensa a nosotros mismos. ¡Cuántas personas han muerto por defender la libertad para llegar a esto!
En la defensa de la libertad va implícito ser responsables de los propios actos y esto no se asume. ¡Y es que soy libre! Claro, pero también responsable de lo que haces, luego no te quejes. Con la diferencia de que, aquí no pasa nada. Todo se banaliza en esta sociedad tan moderna y liberal que, ante hechos reprobables, en la que todos “sabemos nuestros derechos pero no nuestros deberes”, en la que las leyes están de adorno cuando conviene, no lleva a un libertinaje que nos va a hundir como personas y como sociedad. Los políticos hacen y deshacen a su libre albedrío, los jueces te sueltan: “esto no lo contempla la Ley”, cuando la Ley contempla lo que a ellos les da la gana,(como observamos cotidianamente), los educadores no tenemos autoridad ya que nos dicen los demás (padres y políticos) cómo hacer nuestro trabajo, el robo se excusa si eres rico, la estafa se legaliza para amigos banqueros, etc. Y sí. Ya estamos en el libertinaje. Porque la libertad, filosóficamente hablando, implica una opción por el bien, y esto no se está dando en absoluto. El libertinaje es según la RAE, el desenfreno en las obras o en las palabras, asociándose a las violaciones (no sólo de personas) y a la falta de respeto a la religión (como vemos en la curia y en los carnavales). Y ahí estamos… consintiendo que la sociedad esté al revés si hacer nada, mientras nuestros niños y jóvenes crecen en un “sin dios”, por el que luego les pedimos explicaciones y criticamos. Hay límites para todo, los hay, pero los estamos obviando y nos lleva a la debacle social, moral, política, educativa, legislativa y religiosa. Todos los grandes imperios desaparecieron por la relajación de sus principios, todos llegaron a la cima y cayeron. A este imperio del dinero y el poder, la comodidad y irresponsabilidad, la catetez y la cutrez, la inmoralidad y liberalidad, la dureza de cara y la sinvergonzonería disfrazadas de honorabilidad, le queda muy poco para caer, como todos. Lo que no sé es lo que tardará la humanidad en recuperarse de tanta desidia y anormalidad. Y corto ya, porque tengo para no parar.
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