En el oleaje de la luz y la sombra: Honrada labor de poeta

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Imagen de Joaquín Marín

Por Mateo Marco Amorós

A raíz, hace unas semanas, de mi referencia al poemario Hable la luz de José Luis Zerón Huguet considerándolo como honrada labor de poeta, hay quienes me han preguntado qué entiendo yo por honrada labor de poeta, en qué me baso para justificar esa particular valoración. Lo primero, vaya por delante, y también lo digo, es que Zerón siempre me ha parecido, como persona honrada, un poeta honrado. Mucho. Y de poeta y persona honrados resulta lógica una honrada labor de poeta.

Honrada por el aprecio –misionero en Zerón– a la palabra justa, instrumento y objeto del que quiere decir bien y con bellezas lo bueno y lo malo, lo luminoso y lo oscuro, la luz y la sombra. Pero también honrada labor de poeta porque Zerón no guarda egoístamente para sí las estrategias, ofreciendo a los que escribimos o tenemos el afán de escribir su dilatada experiencia literaria. José Luis Zerón nos alecciona sin petulancia, con humildad. Gozando el compartir los útiles que sirven para un quehacer difícil, el muy difícil quehacer de escribir. Y más difícil si ese escribir quiere ser poesía.

Precisamente en Hable la luz hay un poema, «Fortaleza y vuelo», dedicado a mi paisana Esther Abellán Rodes, donde José Luis Zerón Huguet desvela con desnuda generosidad y exquisita belleza su receta de poeta, las pautas creadoras que pasan, a saber: por la observación atenta, por la simbiosis con la naturaleza observada y por la seguridad confiada sin pretender aclarar las certezas ni, por ello, renunciar a los interrogantes. Así cierra Zerón este bello poema, su sincera lección: Mira y convéncete de que esta luz es tuya, / mira, pero no trates de ordenar las certezas / ni demoler los interrogantes, sólo así, / solo así podrás nombrar sin vergüenza / la belleza que fluye / en este tiempo / adicto a las catástrofes.

Sincera lección para moderarnos en este tiempo prolífico en creaciones literarias. Honrada lección que curiosamente me recuerda las bellas lecciones de mis geógrafos más queridos: Alexander von Humboldt, Eliseo Reclus…. Aquellos geógrafos que me educaron la mirada para, observando y mimetizándome con la naturaleza, decir, nombrar… Pretendiendo bellezas.

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