En el oleaje de la luz y la sombra: Domingo de Ramos y… del Beso

Publicidad

Imagen de Joaquín Marín

Por Mateo Marco Amorós

Este año, Domingo de Ramos ha coincidido con el Día Internacional del Beso. Otro día internacional de, entre tantos de, que sospecho que alguna vez falte calendario para tanta efeméride de. Domingo de Ramos y Día Internacional del Beso, júbilo y traición si condicionados por la Semana Santa contrastamos los hosannas a Jesús entrando en Jerusalén con el ósculo de Judas, consigna para la detención del Cristo: «Aquel a quien yo dé un beso, ese es; prendedle» (Mt. 26, 48).

No todos los besos son amor. Los hay sencillamente amistosos, protocolarios otros, sinceros, cumplidos o fríos. Y falsos. Falsos y traicioneros como el de la conjura del Iscariote en el huerto de Getsemaní. Esto por no entrar en besos –como el piquito de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso– considerados delito por no consentidos. Besos sin condescendencia mutua que también tienen su día internacional. A saber, el seis de julio: Día Internacional del Beso Robado. Celebración no exenta de debate entre quienes festejan y defienden la espontaneidad de los besos y quienes lo consideran abuso. Pero… Domingo de Ramos… Centrémonos en el júbilo, en la alabanza. Palmas y ramas de olivo.

En mi memoria, día de misa solemne con procesión previa y bendición. Día de estreno por aquello de no tentar al refranero. Un estreno que podía ser de mucha elegancia; con la ropa propicia para sucesivos domingos y fiestas de guardar. O más desenfadado, estrenando la ropa que llevaríamos en los días de la pascua de las monas, días de merienda: pantalón vaquero, camisa de cuadros, zapatillas bamba –recuerdo algunas marcas populares como La Tórtola o La Perdiz–, jersey o rebeca y algunos cazadora también vaquera.

Memoria todo. Porque ya unos años que celebrando el Domingo de Ramos no me preocupa el estrenar o no estrenar. Aun sin manos me preocupa la lección que reviviré en los oficios de estos días pascuales. Ese devenir precipitado de vivencias encarnadas en el Cristo en pasión ante el que mi yo hipócrita lo mismo grita jubiloso ¡gloria y aleluya! que ¡crucifícalo! Sí, ¡crucifícalo! Crucifica a aquel a quien yo dé un beso.

Sé el primero en comentar

Deja tu comentario

Tu dirección de correo no será publicada.


*