
Por Mateo Marco Amorós
El pasado dieciocho de marzo, el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana publicaba el anuncio del Ayuntamiento de Alicante sometiendo a exposición pública el proyecto básico y de ejecución de reforma de los antiguos cines Abaseis, sitos en el barrio Virgen del Remedio. Iniciativa para reconvertirlos en espacios culturales; dando respuesta a la demanda de instalaciones cerradas y al aire libre para actuaciones, ensayos, actividades circenses, reuniones… El anuncio me motivó la evocación de tres cines, entre otros, que fueron y ya no son. Y es que escribo «cines» y me suena remoto.
Primera evocación. Palma de Mallorca frente a la fachada de lo que fue el cine Born. Un cine de los de entonces. Años treinta del siglo pasado y siguientes. Cuando los estrenos con colas en las taquillas. Y cartelería llena de seductores reclamos. Desde el hermoso paseo palmesano disfruto contemplando su fabulosa fachada. Un edificio imponente ocupado hoy, aprovechado y rehabilitado, por un conocido grupo empresarial textil. Allí mismo, consultando internet en el móvil, busco fotos antiguas del edifico. Al rato, entro intentando recomponer lo que transformó el nuevo uso. Difícil ejercicio restaurar todo lo que fue. Acaso en la última planta… Pero al menos queda la piel y los huesos.
Fisonomía externa y esqueleto. Vestigio. Una dependienta diligente se ofrece por si busco alguna prenda en concreto. —¿Le puedo ayudar? —me dice amablemente. Le doy las gracias por su atención ocultándole mi verdadera necesidad: ¿Dónde las carteleras? ¿Dónde las fotos de algunas escenas de las películas? ¿Dónde los acomodadores? ¿Dónde las butacas? ¿Dónde, dónde, dónde?
Segunda evocación. Lisboa, plaza de los Restauradores. De la misma quinta que el Born, el cine Edén. Cine que antes fue teatro. Edificio rehabilitado para apartamentos turísticos y tienda de ropa de otra conocida marca textil. Ahí también su fachada. Piel de lo que fue. Mas donde la enorme cartelería entonces, dos enormes ventanales ahora.
¿Y tercera? Cine Imperial. En Villena. Calle Trinidad. Prefiero no hablar. Ya escribimos «El solar» cuando Contemplación de la sorpresa. Aquí, ni esqueleto ni piel. Horrísono runrún de la piqueta contra la memoria. Nostalgia hecha polvo.
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