En el oleaje de la luz y la sombra: Brian De Palma: el mago de la imagen

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Imagen de Joaquín Marín

Por Mateo Marco Amorós

Si como afirma Alejandro Lorente en su nuevo libro, el virtuosismo del director de cine Brian De Palma coincide con el virtuosismo de músicos y bandas de su edad y época –Yes, Jimi Hendrix, King Crimson, Rick Wakeman y Keith Emerson–empieza a importarle cine y libro a quien, como yo, más músico que cinéfilo, el cine principalmente ha sido proyecciones en sesión continua, pipas y merienda, plátano incluido, echaran lo que echaran; sin darle más importancia que ocupar entretenido una rutinaria tarde de domingo. Sí, echaran lo que echaran.

El libro de Lorente, titulado Brian de Palma: el mago de la imagen, editado por Loto Azul (Valencia, 2024), invita a atender con interés el cine en general, y en concreto la figura de De Palma, director que le apasiona. El ensayo, estructurado con inteligencia, se lee muy bien.
Lorente ha urdido una redacción amena logrando, de mago a mago, un ambiente de tertulia. Leyéndolo, varias veces me he sentido en torno a esa mesa de café que tengo pendiente con el autor, disfrutando de sus sabidurías; aquí –adelantadas gracias al libro– sobre cine: tramas, influencias, guiños hacia autores, anécdotas, técnicas… Sobre esto último disfrutando también porque ni siquiera se atragantan los capítulos y comentarios más específicos sobre técnicas audiovisuales. En esto Lorente valoriza su experiencia docente en los ciclos de Imagen y Sonido impartidos en La Marxadella de Torrent.

Mi aprecio a la obra literaria de Alejandro Lorente se reafirma ahora con un aprecio a su ser cinéfilo. Un ser apasionado que contagia pasión, como corroboran los prólogos de Adolfo Cervera y Juanma Sevilla. Si agradezco los libros que me llevan a libros, de éste agradezco que me lleve a películas. A viajar por el emocionante mundo cinematográfico en el que, si no ciego, sí soy tuerto. Muy tuerto. Alejandro, de lazarillo, me ha descubierto con exquisitez el interesante universo depalmiano. Así que con permiso de Juanma Sevilla me pido ser también «uno de los suyos» y, aun con cierta nostalgia, dejar atrás a aquel niño que ahora duda sobre si iba al cine a merendar o a merendar al cine.

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