Marcelo junto a su mujer en la clínica de Benijófar / D.V.
Marcelo Gurruchaga confiesa durante el juicio que acabó con su vida suministrándole anestésicos tras recibir presiones de la víctima
El veterinario Marcelo Gurruchaga, que en 2013 mató a su esposa en la clínica que ambos regentaban en Benejúzar, ha aceptado diez años de prisión tras confesar ante la juez y el jurado popular que acabó con la vida de su mujer de forma consciente y voluntaria suministrándole anestésicos y, posteriormente, incineró su cadáver.
La Audiencia Provincial –con sede en Elche- ha acogido este lunes el juicio contra Marcelo Gurruchaga, quien lleva cuatro años en prisión acusado de matar a su esposa en marzo de 2013. El cuerpo de la mujer, de 46 años, nunca apareció puesto que, tal y como ha confesado, la incineró y desparramó sus cenizas.
El Ministerio Fiscal pedía 15 años de prisión por homicidio doloso con el agravante de parentesco pero finalmente el fiscal y el acusado han llegado a un acuerdo por el que Gurruchaga será condenado a diez años de cárcel.
El asesino confeso no deberá pagar indemnizaciones ni a los hijos de la pareja ni a los padres de la mujer asesinada, que han rehusado personarse en el juicio porque creen la versión del veterinario, que ha asegurado que recibió presiones de su mujer para que acabara con su vida.
Los hechos sucedieron el 27 de marzo de 2013 cuando el presunto asesino y su esposa, de 46 años, y que también trabajaba como auxiliar en la clínica, se quedaron a dormir en el centro veterinario, ‘Pet Care Veterinary Clinic’, ubicada en la Avenida Federico García Lorca de Benijófar.
Según recoge el escrito de acusación del fiscal, el veterinario agredió a su mujer hasta que la mató y, posteriormente, cargó el cadáver en el coche y se deshizo de él en un lugar desconocido.
En su primera versión ante la Guardia Civil, el veterinario aseguró que la mujer se había suicidado mediante la ingesta de medicamentos y, una vez fallecida, decidió descuartizar su cadáver. Posteriormente, y es la línea que ha defendido durante su declaración ante la Audiencia Provincial, aseguró que su mujer quería acabar con su vida y en la noche que ocurrieron los hechos se había visto presionado por ella para practicarle una reducción de estómago en la clínica veterinaria.
Ha detallado que decidió esconder e incinerar el cadáver porque si se descubría que había practicado una operación en el quirófano de su consulta veterinaria perdería la licencia y con ella su única fuente de ingresos.
Está previsto que el juicio se dilate hasta el próximo 3 de marzo.
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