Filipinas es un país de unos cien millones de habitantes, considerablemente industrializado y cuya capital es Manila. El nombre del país viene por Ruy López de Villalobos, quien en 1.542 bautizó estas islas en honor a Felipe II quien por entonces era príncipe de Asturias. Manila, la capital, se convirtió con el tiempo en el centro administrativo y económico del imperio asiático español.
Les diré a aquellos que lo desconozcan que Las Filipinas era hasta hace poco más de cien años un territorio que pertenecía a la corona española. Lo más curioso es que en Filipinas se hablaba español.
El castellano era el idioma oficial desde hacía varios siglos. Además, en Filipinas se hablaba otra serie de lenguas autóctonas. Sin embargo, con la invasión por parte de los EEUU, además de despojar a España de una de sus últimas posesiones, se adoptaron otras medidas. En la Casa Blanca se decidió que el país además de cambiar de manos debía de cambiar de idioma. Se determinó que en Filipinas se debía hablar inglés.
Esto dicho así parece algo casi imposible o muy laborioso de conseguir. ¡Increíble!. Hacer hablar a un país un idioma que se desconoce y, además, que se convierta en idioma oficial.
Pues bien, este logro, como no podía ser de otra forma lo consiguieron nuestros amigos los norteamericanos. Oigan ustedes, y en unos pocos años los padres hablaban un idioma –el castellano- y los hijos comenzaron a hablar otro –el inglés-.
Esto es todo un logro. No me digan que no es interesante conocer cómo se consiguió esto.
En primer lugar, mediante la aplicación de la regla conocida por todos “la letra con la sangre entra”. Tras la invasión americana, la imposición del inglés era algo consustancial a las operaciones militares. También lo era la eliminación del uso del castellano.
En un segundo lugar, la aplicación de la política lingüística del presidente Mckinley (XXV presidente de los EEUU), el cual en relación con el idioma, dio las siguientes instrucciones:
«…La comisión tendrá la obligación de promover y extender, y, cuando sea necesario, mejorar el sistema de educación ya inaugurado por las autoridades militares”. “… es de suma importancia para la posteridad de las islas que se establezca un medio común de comunicación, y es obvio que este medio debe ser el idioma inglés«.
Por otra parte, el cónsul de EEUU en Manila comunica:
«… El español o idioma nativo no es esencial. Con la expulsión de los españoles, sigue que nuestro idioma se adopte inmediatamente en los tribunales, puestos públicos, escuelas e iglesias nuevamente organizadas y que los nativos aprendan inglés «.
Mediante la aplicación inmediata de todas estas medidas y dado que el idioma oficial escolar era el inglés, todo aquel que lo ignorara o que no pudiera enseñar en él era apartado del sistema. Otro tanto sucedía en el resto de ámbitos de la vida (la cultura, la religión, la enseñanza universitaria, la actividad económica, …).
Creo que ya todos adivinan lo que les quiero decir. Es una similitud total con la actuación del gobierno imperialista valenciano, con su particular McKinley a la cabeza (el Conseller Marzá), quien, aplicando las mismas normas que el ex presidente norteamericano, 1.- La letra con sangre entra y 2.- El que quiera trabajar en la función pública ya sabe que tiene que hablar en valenciano (que poco más adelante será catalán), nos quiere hacer cambiar de idioma en una generación. Me imagino que para pasar a la historia como el Julio César dominador de la particular e irreductible Galia que es la Vega Baja; olvidando gravemente, que la conformación de la comunidad ha sido realizada por todos los oriolanos y que si Valencia hoy es lo que es, lo es gracias a Orihuela.
Se lo aviso Sr. Marzá, va usted a encontrar un fuerte rechazo y oposición a sus pretensiones. No va a pasar por encima de nosotros de ninguna forma. Nosotros estamos en contra de la imposición y deben entenderlo. Los idiomas no se imponen. Se promueve su uso y se fomenta su conocimiento.
Lamento que los representantes de PSOE y Cambiemos se pongan del lado contrario, y ya debo decir que lamentablemente como siempre.
Éstos deberían saber muy bien que el idioma es algo que se impone en las dictaduras y nunca en una sociedad democrática. Debemos, por tanto, proteger nuestra libertad. Nuestra libertad para elegir la lengua en la que queremos comunicarnos con los demás.
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