Por Antonio Zaragoza
El prestigioso y conocido poeta y escritor oriolano José Luís Zerón Huguet acaba de publicar su nuevo poemario que con el título de “Hable la Luz” editado por Olé Libros, lo presentará el próximo 29 de noviembre a las 19 horas en La Lonja de Orihuela. El nuevo trabajo de José Luis es, como todos los suyos, un derroche de talento y sensibilidad a las que nos tiene acostumbrados y por lo tanto cada una de las obras que publica es un auténtico acontecimiento en la literatura española.
-José Luís, ¿ qué mensaje pretendes transmitir con tu nuevo poemario?
Mi escritura poética suele surgir como una necesidad irrefrenable y no siempre responde a un planteamiento deliberado. La creación de un poema, aunque vinculada a las experiencias y circunstancias que vivo, a menudo se me escapa, ya que existen códigos inextricables incluso para el propio autor. Por eso, me resulta difícil ofrecer claves precisas. La experiencia poética tiene algo de irracionalidad, y el resultado de un poema o conjunto de poemas es una combinación del mundo del pensamiento, el extraordinario universo de la imaginación y lo que generan las sensaciones. Pero, yendo al grano: este poemario surgió poco antes de la pandemia y se desarrolló durante el confinamiento y los dos o tres meses posteriores, cuando ya podíamos salir a la calle con las debidas precauciones.
La primera parte del libro transmite un mensaje pesimista y oscuro; la segunda, en cambio, es algo más luminosa y expresa un deseo de armonía, paz y hospitalidad, aunque sin dejar de lado la incertidumbre y un fondo de inquietud ante un brumoso horizonte. En ese contexto surgen, de manera natural, las grandes preguntas sobre nuestro lugar en el mundo: quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos; el juego de contrarios entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, las miserias y las grandezas que caracterizan a nuestra especie. También aparece el deseo de comunicar, de nombrar, creando un ritmo y una atmósfera que conectan con las emociones primarias y el mundo onírico, pero sin dejar de interpretar la realidad. Por eso mismo, en mi poesía hay una preocupación metafísica que se ancla tanto en la naturaleza como en lo tangible y sensorial.
Al escribir poesía, no pienso necesariamente en agrupar los poemas; la idea global del poemario surge después, cuando encuentro un hilo conductor y noto que todas las piezas van encajando. En ese momento, al ver cierta unidad y coherencia (no necesariamente una cohesión absoluta), doy por terminada la recopilación. Al escribir los poemas de Hable la luz, evité contextualizarlos minuciosamente; no mencioné la pandemia ni el neolenguaje asociado a esta tragedia, para que, con el tiempo, un lector que desconozca el contexto pueda igualmente identificarse con lo escrito. Irónicamente, el poemario ha cobrado una vigencia inesperada con la catástrofe que dejó la DANA en Valencia.
-Quienes ya lo conocen dicen que es como un himno de gratitud a la vida. ¿Tal vez, sin proponértelo, sale en un momento absolutamente necesario? Por otra parte, me llama la atención la estructura bipartita del libro.
Trata de ser un canto de gratitud a la vida, sí, aunque no un himno. Estos poemas tienen mucho de elegía, especialmente los de la primera parte. Mi poesía es más vitalista de lo que parece, a pesar de que la muerte esté muy presente en mis versos. El título Hable la luz expresa un deseo, aunque al elegirlo (es un fragmento de un verso de Pureza Canelo) no tenía claro si la luz llegaría realmente a «hablar». Durante la mayor parte del confinamiento llovió, y el clima fue brumoso, al menos en la Vega Baja. Quizá por eso la portada del libro muestra una fotografía nocturna tomada por mi hermano Alberto, en la que se ve un tenue resplandor, como una aurora a punto de despuntar.
En cuanto a la estructura, está inspirada en el diálogo entre dos grandes tradiciones culturales de Occidente: la judeocristiana, representada en la Biblia, y la tradición pagana griega. La primera parte, titulada Apolión (nombre griego de Abadón), alude al arcángel vinculado con la muerte y la destrucción. De hecho, el primer poema del libro es una invocación imprecatoria a esta figura. La segunda parte, titulada Xenía, se refiere al pacto de hospitalidad que en la antigua Grecia sellaban los caudillos y reyes, e incluye mensajes contra la xenofobia y la explotación de los desfavorecidos. En estos poemas dialogo conmigo mismo, aunque también aparece una inquietud profunda por la otredad y un intento de establecer vínculos solidarios.
Se ha dicho que la pandemia, como en las antiguas pestes, nos igualó a todos, pero esto no es del todo cierto. La COVID-19 afectó mucho más a los desposeídos, a quienes ahora llamamos “vulnerables”.
-En tus nuevos versos expresas ideas tan interesantes como “la dicha de volver a abrir los ojos/ y saber que aún podemos mirar/la vida con deseo/pese a tanto que se nos muere”. ¿En estos versos hay un toque de atención para una sociedad, como la nuestra, un tanto desorientada?
Sí, es cierto. Creo que estamos perdiendo, entre otros valores, la capacidad de observar: de contemplar el paisaje y de mirar a los demás. También estamos perdiendo la habilidad de escuchar y de reflexionar con calma. Vivimos en una aceleración constante, al borde del colapso nervioso, sin detenernos a disfrutar de las pequeñas maravillas que el mundo nos ofrece, incluso en los peores momentos. En mis poemas hay una mezcla de serenidad y convulsión; intentan dar testimonio de esos pequeños milagros que la vida nos da cada día, pero sin caer en arrobamientos ni idealismos ingenuos. Mi poesía busca expresar también la desarmonía que nos afecta, el dolor de un mundo aturdido. Al escribir, trato de encontrar un equilibrio entre la armonía y el desasosiego, resaltando tanto lo bueno como lo desafiante que el presente nos ofrece en nuestras vidas.
-¿O en estos otros versos: “yo también soy un extranjero,/ y pongo mis ojos/ en tu llaga,/ y te siento compañero”? ¿Podría interpretarse como un llamado a quererse y respetarse unos a otros, algo muy diferente de lo que sucede ahora?
Sí, justamente eso. Hoy en día vivimos una terrible crispación, acompañada de una avalancha de desinformación que nos distancia; a este fenómeno lo llaman “polarización política”. Todo ello empaña la bondad, la solidaridad y la empatía, y nos hace sentir que habitamos un mundo al borde de la quiebra. Sin embargo, suele ocurrir que, al mirar a otra persona a los ojos y llamarla por su nombre, surge un acercamiento; desde ese instante se abre la posibilidad de diálogo, de compartir experiencias y emociones. Los totalitarismos, en cambio, cosifican a aquellos a quienes consideran enemigos, les quitan el nombre y les asignan un número. En ese momento, nuestros semejantes se vuelven extraños, los extranjeros se perciben como seres amenazantes, y el diálogo y la compasión se tornan imposibles. Me refiero a la compasión en su sentido etimológico, como la capacidad de “sufrir con” el otro, y no de una manera condescendiente ni paternalista.
-En estos momentos difíciles, ¿crees que la poesía es más necesaria que nunca?
No sé si la poesía es necesaria para mucha gente; creo que no. Pero para mí sí lo es. No concibo mi vida sin ella. No sé si esto me hace una mejor persona, pero tengo claro que no me otorga ningún estatus de superioridad moral ni me da mayor seguridad. La poesía me mantiene en una constante actitud de interrogación, en un estado de duda permanente. Conozco personas a las que aprecio profundamente -buenas, sensibles y apasionadas- que no leen poesía y pueden prescindir de ella por completo. Sin embargo, yo la necesito. Me viene a la mente una frase de Juan Gelman que responde, creo, a tu pregunta: “La poesía es un árbol sin hojas que da sombra”.
-¿Tu larga trayectoria literaria en diversos proyectos hace que te resulte más fácil elaborar un trabajo tan diferente en estilo de los anteriores?
No creo que este poemario sea tan distinto de los que he escrito antes. Diría que está imbricado en lo que me atrevo a llamar “mi poética” y que, espero, resulte reconocible para mis lectores. Quizá en este libro haya una preocupación social más acentuada, aunque no de forma explícita. Creo que sigo enfocado en el tratamiento del lenguaje poético, con la convicción de que siempre es insuficiente para nombrar lo inescrutable, pero con el impulso de intentar expresar aquello que se me escapa. Esto se refleja en el uso de imágenes,símbolos, tonos y conceptos recurrentes en mi escritura poética, la musicalidad del verso,una visión onírica del mundo cotidiano y una actitud reflexiva, sin renunciar a lo material y sensorial.
¿Qué camino le espera a tu nuevo poemario? ¿Se lanzará a nivel nacional o solo en nuestra región?
Sé que la editorial OléLibros está realizando una amplia difusión en toda España, y deseo que el poemario tenga un largo recorrido, aunque soy consciente del carácter minoritario de la poesía. Lo presentaré en Orihuela el próximo 29 de noviembre en la Lonja, a las 19:00 horas, y quizá organice presentaciones en otras ciudades. Por el momento, ha recibido reseñas y comentarios muy estimulantes. En cualquier caso, no tengo grandes ambiciones literarias; a estas alturas de mi vida no pretendo entrar en el canon poético ni adherirme a tendencias o marcos creativos establecidos. Me conformo con los lectores amigos, con quienes comparto inquietudes y emociones, y con algunos otros que, sin conocerme personalmente, se han interesado por mi obra.
Aprovecho la ocasión que me brindas para agradecer a mi editor, Toni Alcolea, y a todo su equipo, el exquisito trato que me han brindado.
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