Mateo Marco Amorós / A cara descubierta
Fotografía / Joaquín Marín
«Caen los versos / como polen / sobre el estruendo del mundo.» Son versos que cierran el sólido poemario «El fuego del mar» de María Engracia Sigüenza Pacheco, editado por Celesta, prologado por José Luis Zerón Huguet. «Sobre el estruendo del mundo» se precipitan los versos. Afortunadamente, añadimos. Caen «como polen» terapéutico que nos impregna de poesía en este orbe ensordecedor. Curándonos.
Como poesía fiel a la poesía, las palabras resultan sanadoras por preciosas y precisas. Palabras necesarias en estos días en los que se consume una primavera húmeda y rara. Primavera al cabo. Pero que también servirán para toda estación de la vida con sus veranos cálidos y pesados. Con sus otoños de soledades y desnudeces. Con sus inviernos fríos. Palabras preciosas y precisas, hemos dicho. Necesarias para transmitirnos lo esencial. Precisas frente a nuestro inútil hablar cotidiano, frente al infructuoso decir convencional. Palabras atinadas, oportunas, para explicarnos a nosotros mismos.
«El fuego del mar» se divide en tres partes: «El espíritu de Gea», «Atenea y las Musas» y «La mirada de Cronos». En la primera –dice la autora– la naturaleza, la vida y el amor sugieren las composiciones. En la segunda manda la inspiración inducida por las artes: música, literatura, pintura… Es esta sección, en gran parte, un honrado homenaje a los creadores. Leyéndola –salvando las distancias– nos ha recordado «Los creadores» de Boorstin. Somos herederos de lo precedente. Y lo precedente, de una eternidad. Pero para comprender esto es preciso desprenderse de vanidades y ver en lo de los otros las respuestas que buscamos. María Engracia Sigüenza se desprende en cada verso. Finalmente, el tercer apartado, aun la inquisitiva e inevitable mirada de Cronos, resulta balsámico. Dice la autora, con una ternura brutal, que son reflexiones sobre el tiempo y la necesidad de reconciliarse con la muerte, «mirándola sin miedo en los ojos de la vida.»
Hemos dicho conscientemente ternura brutal para jugar con conceptos aparentemente opuestos como juega con sagacidad Sigüenza Pacheco en todo el libro. Conceptos que antes que contrariarlas, reafirman las ideas. Y las embellecen. Con versos que caen «como polen / sobre el estruendo del mundo».
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