Mateo Marco Amorós / Bardomeras y Meandros
Joaquín Marín / Fotografía
En mayo de 2018 nos pareció esperanzador que la editorial Galaxia Gutenberg eligiera «El abrazo» de Juan Genovés para ilustrar la portada del libro «Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018)». Un libro coordinado por los historiadores José Álvarez Junco y Adrian Shubert. Publicación recomendable por diversas razones. Entre otras la de su estructura tripartita: Etapas, temas y biografías. Asuntos desarrollados en treinta y cinco capítulos por especialistas. Que se escogiera «El abrazo» de Genovés para ilustrar una obra sobre nuestra historia contemporánea nos parecía esperanzador –decíamos– porque el cuadro del artista valenciano, pintado en 1976, es símbolo de y para una España reconciliada y reconciliadora, alejada de la España cainita para la que, para sintetizarla, suele recurrirse a otra pintura: la del «Duelo a garrotazos» de Goya.
Imagen de reconciliación, la de Genovés, frente a imagen de enfrentamiento, la de Goya, viviendo lo que vivimos parece que el abrazo en nuestra historia no puede ser más que un cuadro. Cuadro que reinterpretado en escultura por el propio artista sirvió también para homenajear a los abogados asesinados en Atocha. Atentado infame de una España infame que no estaba dispuesta a aceptar a la España democrática. Abrazo de conciliación pintado, abrazo de solidaridad solidificado contra el dolor.
Las actuales broncas políticas no son ejemplo de abrazo. Porque no se respeta a los contrarios. Y para más tristeza, amenazados por este letal virus que limita hasta nuestras costumbres, se nos muere entre muertos ese abrazo físico espontáneo, ese achuchón cordial y cotidiano tan propio de la amistad. Tan mediterráneo. Tan nuestro. Símbolo de alegría en las alegrías. Símbolo de solidaridad en las penas.
El quince de mayo pasado falleció Juan Genovés. Esperemos que la escena de reconciliación que nos dejó no sea, como han dicho algunos, mero paréntesis. Regresando al duelo a garrotazos de Goya, a las Españas machadianas o al Madrid osario que describió Larra en «El día de difuntos de 1836» donde un epitafio para los Ministerios rezaba: «Aquí yace media España; murió de la otra media». Esa España de un Larra en cuyo corazón, también sepulcro, yacía la esperanza.
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