Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro
Joaquín Marín / Fotografía
Que la flauta dulce es instrumento de percusión lo sabemos quienes trabajamos en un colegio o instituto. También quienes en tiempo de Adviento asisten a algún festival escolar donde los chalecos, gorros y zurrones borreguito de pastor; donde los pañuelos y faldas de pastora gaitera o lagarterana; donde angelotes con alas de algodón; donde los Sanjosés de barba postiza descolocada y las Vírgenes celestes; donde los Baltasares de betún, los Melchores canosos y los Gaspares broncíneos y… Y donde suenan y resuenan las flautas dulces, de común las soprano. Instrumento de percusión, no porque sirva como mazo, que también; sino por la contundencia, fuerza y sequedad con la que algunos educandos soplan las notas como dardos.
Sufriendo en ocasiones lo anterior, merece reconocimiento universal una bendita casa comercial –Muteflute– que fabrica y distribuye sordinas para flauta dulce a muy buen precio. Multicolores. Dichas sordinas insonorizan hasta un ochenta por ciento las notas graves y un setenta las agudas. Además, mudando de posición la sordina se logra con facilidad, maravilla de las maravillas, la mudez del instrumento. Útil para, aunque no sonando, agilizar los dedos.
Una tarde durante más de una hora sufrí el ensayo de un párvulo que con la flauta dulce se peleaba con los primeros compases del «Himno a la alegría». Una y otra vez. Una y otra vez. Deseé ser Beethoven. Ya no por poseer su genio musical, sino por la sordera.
Mal que por bien no venga, los protocolos contra el COVID-19 recomendaron a las escuelas prescindir de la flauta dulce. Saliva y soplo eran y son mucho riesgo de transmisión. Además, la recomendación abrió la oportunidad a otros instrumentos. Pero la vuelta a la normalidad, si es normalidad lo que vivimos, empieza a devolvernos los sonidos de la flauta dulce. Que dulce la calificaron en el siglo XVII cuando gracias a algunos cambios en la fabricación del instrumento consiguieron su agradable timbre. «Un timbre más ‘dulce’ que los modelos precedentes» —dicen. Y agradable es cuando suena como ha de sonar. Pero infierno cuando percute, percute y repercute las notas como punzantes azagayas. Yo lo sé.
Deja tu comentario